El "otro" patrimonio

Cuando se habla de "patrimonio" se tiende a pensar generalmente en una parte muy específica de este. Nos remitimos, casi siempre, a las grandes construcciones históricas que van desde las colosales murallas, anfiteatros o mezquitas a las esbeltas catedrales, iglesias, palacios o jardines históricos, pasando cómo no, por los magníficos lienzos colgados sobre las paredes de las más ilustres pinacotecas o las esculturas más cuidadosamente esculpidas de la historia.
Sin embargo, este tipo de piezas constituyen una mínima parte de todo el patrimonio que poseemos, aunque a veces nos empeñemos en considerar lo contrario.

Patrimonio, además de todo eso, es también es la permanencia en el tiempo del habla de un pueblo, con una riquísima sabiduría popular forjada a través de los años.

Patrimonio también son los chozos de piedra, de paja o los chozos mujadizos, refugio de pastores de las majadas y que hoy, por dejadez, están condenados a una lenta y dolorosa desaparición.

Patrimonio también son los juegos populares, los que basándose en el principio del ocio y la diversión del ser humano ('homo ludens'), han forjado lazos de unión entre los miembros de una comunidad año tras año y siglo tras siglo.

También lo es el folklore con todo lo que ello conlleva: la vestimenta, el baile o la música; siendo todo ello una digna forma de expresión de muchos de nuestros pueblos y que ha tenido que soportar con entereza los vaivenes de la historia.

Patrimonio también es la elaboración de productos alimenticios de forma artesanal y sin alterar lo más mínimo el medio ambiente; tómese como ejemplo la producción quesera, la matanza o la vendimia.

Los zapateros, orfebres, alfareros, caleros, manteros, afiladores, serenos, herreros, resineros, campaneros, boticarios, carboneros, también las comadronas, costureras, hilanderas, lanvanderas, nodrizas y hasta las plañideras. Todos estos oficios y saberes, (y otros tantos más), son parte también de nuestro patrimonio y nuestra memoria colectiva; y aunque muchos de ellos hayan pasado a la historia, nunca está de más recordarlos, pues en su día fueron la esencia vital del día a día de nuestros antepasados.

Todo ello conforma un riquísimo legado histórico-cultural alejado tal vez de muchas vitrinas museísticas y guías turísticas, y hasta escasamente recordado en las aulas y los libros de texto, pero que es, al menos para mí, un admirable patrimonio de un valor incalculable.

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