ANÁLISIS: ¡Y AÚN DICEN QUE EL PESCADO ES CARO! (JOAQUÍN SOROLLA)

Estamos ante uno de esos cuadros que raramente deja indiferente al espectador. Su título ya nos adelanta un mensaje con una moraleja muy clara: se trata de una evidente denuncia a la precaria situación de los pescadores, quienes cada día se juegan la vida en las faenas del mar y aún así el pueblo critica el alto precio del pescado.

Joaquín Sorolla plasma en este lienzo una de las escenas más instrospectivas de toda su trayectoria artística de un modo absolutamente magistral.




En la bodega de un barco se está desarrollando una trágica escena marítima: un joven pescador ha sido gravemente herido y está siendo socorrido por dos expertos compañeros de trabajo. A la derecha, uno de ellos sostiene el cuerpo del inmóvil chico mientras que el hombre de camisa amarilla aplica paños de agua mojada sobre el torso desnudo previamente mojados en el cuenco del primer plano. Curiosamente el dolorido personaje porta sobre su pecho una notable medalla: amuleto de devoción por antonomasia.

Para realizar esta obra, muy probablemente Sorolla se inspiró en la novela de su amigo Blasco Ibáñez titulada "Flor de Mayo". Incluso en esta obra literaria se encuentra recogido el título del lienzo, concretamente en el capítulo final, cuando la tía de Pascualet llora la muerte de su nieto en las labores de pesca. Decía así: "¡Que viniesen allí todas las zorras que regateaban al comprar en la pescadería! ¿Aún les parecía caro el pescado? ¡A duro debía costar la libra...!". Tal vez este cuadro no se entiende sin antes leer la novela, pero la novela no se entendería igual sin analizar este cuadro.

Tal es el grado de nobleza al que Sorolla someta la escena que algunos críticos han establecido un claro paralelismo entre este cuadro y las representaciones artísticas de "La Piedad". Salvando las distancias y la temática, emocionalmente la plasmación de sentimientos y actitudes son muy semejantes: en ambos casos se dignifica la muerte de un ser que ha dado su vida por una noble causa y que en los últimos momentos está siendo sostenido y tratado de forma especialmente amorosa por parte de uno o varios seres queridos.

La Piedad de Tascón (S. XV), por ejemplo, guarda grandes similitudes (salvando las distancias) en cuanto a su composición con la obra de Sorolla. En ambas se muestra pleitesía de forma extraordinariamente delicada hacia un personaje por parte del resto de los integrantes al dar su vida por una causa.

Hay algunos detalles formales que no debemos pasar por alto. Por ejemplo, es necesario hacer mención al singular equlibrio que ofrece Joaquín Sorolla en este lienzo entre tradición y modernidad.

Mientras la gama de colores nos remite a una clara influencia de la paleta de Diego Velázquez, las pinceladas sueltas unidas a los reflejos de algunas zonas como los peces y el cuenco del agua nos hablan de un cierto interés por los recursos impresionistas.

Además, si nos detenemos a observar detenidamente la escena, se adivina que existe un cierto desequlibrio espacial, como si estuviese en movimiento. ¿Y qué es lo que sucede si no en el interior de un barco de tales características? El artista supo plasmar ya no sólo el trágico momento de los personajes, sino también el contexto en el que trabajaban. Para ofrecer ese recursos, se vale de la escalera de la izquierda, la cual está un tanto inclinada y sobre la que existe un farol que da la impresión de estar en constante vaivén.

La escena es de un naturalismo y un realismo plenamente visible, donde predomina notablemente el dibujo y las finas líneas, especialmente en las figuras humanas. Existe no obstante una cierta libertad de pinceladas (más sueltas) en los fondos y otras figuras menores de la escena. 

Gracias a su excelente calidad artística, este cuadro le sirvió a Sorolla para alzarse con la primera medalla de la Exposición Nacional de 1895, y no es para menos. La dignidad con la que enfoca el oficio del mar unido a la solemnidad de una escena dramática en un encuadre inusual y con un mensaje claro procedente de una obra literaria hacen este lienzo un testimonio ya no sólo del buen hacer de este pintor valenciano, sino de la cruda y precaria forma de vida de los pescadores de aquel entonces.

El lienzo expuesto en el Museo Nacional del Prado (Madrid, España)
 

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