LA ENCUADERNACIÓN EN CUERO A LO LARGO DE LA HISTORIA

EL CUERO.
HISTORIA, COMPOSICIÓN Y APLICACIÓN DE ESTE MATERIAL.
SU USO EN LA ENCUADERNACIÓN DE LIBROS


Introducción

            El trabajo en cuestión trata sobre el material del cuero[1], un producto de origen natural extraído directamente de pieles de animales para llevar a cabo posteriormente un tratamiento de curtido y conservación y de este modo destinarlo finalmente a diversos fines.
            La curiosidad sobre los materiales empleados para la decoración en todos los ámbitos artísticos siempre ha sido de mi interés así como conocer su historia, procedencia, empleo o influencia en la posteridad.
            Como consecuencia de todo ello, he optado en este trabajo por el cuero, pues el relativo desconocimiento de dicho elemento unido al interés que siempre he mostrado hacia esta materia, me ha llevado a explorar todo lo que supuso a lo largo de su recorrido y en concreto en la Baja Edad Media, ganando gran peso del trabajo el apartado destinado a la encuadernación de libros y manuscritos para los que se empleaban pieles previamente tratadas sobre las cuales se podían hacer incisiones o decoraciones tan ricas como diversas.
            Más concretamente, haremos referencia a la conservación de las pastas de los ejemplares de los siglos XIII, XIV y XV, época en la que el legado musulmán deja huella tanto en la historia como en las técnicas del mundo del arte.
            El cuero, poco a poco, va cobrando importancia en el mundo de la cultura de la piel, y con ello, las encuadernaciones se hacen más complejas y se van enriqueciendo poco a poco hasta presentar una evolución lógica.
            Dentro de todas ellas, las que se enmarcan en el período mudéjar[2] tomarán un valor relevante porque sobre ellas podemos ver reflejado el arte que de igual modo se encuentra en las artes mayores como en la arquitectura.



Antecedentes. Contexto histórico-artístico

            Para conocer el origen o introducción del cuero en la Península Ibérica debemos remontarnos a principios del siglo VIII, con la oleada musulmana procedente de la zona de Oriente Medio, allá por el año 710-711 aproximadamente.
            Por lo tanto, como defiende María Pilar Aguiló[3], podemos afirmar sin reparos que este material fue introducido por los árabes, siendo concretamente Córdoba el principal centro productor y en concreto la época Califal, dorada en la historia de Al-Ándalus y como consecuencia y haciendo referencia al embrión de este trabajo, de mayor producción de cuero.        
            En sus orígenes, la finalidad de dicho material estaría destinada a cubrir necesidades en estrecha relación con el mundo laboral y concretamente el ámbito rural[4]. Los oficios artesanales, las cofradías, estuches, cajas, altares portátiles, sillas de montar a caballo (con una extensa producción en este campo), literas, bancos, sillones, manteles, alfombras, tapizados de muros, retablos, cómo no también encuadernaciones e incluso indumentaria popular.
            Como vemos, son muchas las aplicaciones que a lo largo de los siglos ha favorecido el desarrollo y consolidación de esta materia animal. Esta gran variedad no nos tiene que sorprender ni causar la más mínima impresión, pues (como posteriormente se podrá ratificar en las técnicas) estamos ante una materia fácilmente maleable aunque no por ello poco resistente, pues muchos son los objetos que hasta hoy han llegado en unas condiciones óptimas a pesar del paso del tiempo.  




Técnicas

            Considero básico comprender las labores de preparación del cuero para poder entender las variedades decorativas en las que se hace patente.
            Empezaremos comentando el apartado destinado al modelado[5] . Se trata de una labor de escultura, trabajando el cuero por su flor; es decir, comprimiendo su tamaño natural. El relieve que resulta de ello no sobresale del grueso de la piel, y más tarde se oprime más o menos según la huella que se haya querido obtener, dando lugar así a un bajorrelieve. Esta técnica es usada para decorar objetos sin demasiados realces que sobrepasen la superficie, tales como encuadernaciones de libros (que más tarde analizaremos), sillas…
            El estampado por su parte es una variante del primero. La diferencia es que en esta labor, el cuero se labra por las dos partes mediante troqueles[6] y se rebajan los fondos para reducir el grosor.
            Para las grandes superficies decorativas se usa el método de moldeado, en el que se labra el cuero por medio de moldes de madera o metal. El ferreteado se obtiene mediante hierros grabados, pequeños punzones con motivos determinados y que, suelto o combinado con otro, sirve para destacar fondos o motivos.
            La taracea también es relevante, puesto que muestra similitudes en la técnica de trabajo a la madera. En este caso, la decoración del material esta destinada a superficies planas limitadas por una incisión.
            El calado sin embargo se obtiene recortando perfiles de dibujos, dejando hueco el fondo y quedando en positivo el material del cuero recortado.
            El bordado, muy usado hoy en la cultura marroquí, es un adorno con motivos superpuestos tales como hilos de seda, hilos de lino, cáñamo, oro, plata o incluso tiras de piel de diferentes colores y texturas.


Curtidor del Siglo XV-XVI[7]
Encuadernaciones

            Para hablar del origen[8] de las encuadernaciones debemos remontarnos a la cultura griega, época en la que los encargados realizaban anotaciones en las tablillas de madera recubiertas de cera usando para ello un punzón.
            Ya a partir del silgo I d. C el pergamino cortado empieza a tener importancia y se hace más maleable para su trabajo. Las hojas se cosían como si de una tela se tratara formando así un cuaderno. La unión de varios cuadernos recibía el nombre de códex o códice. Para preservar y mantener intactas dicho producto, se colocaban dos tapas de madera al principio y al final del mismo, dando lugar con ello al origen de las encuadernaciones.
            La evolución lógica de la cultura a lo largo de la historia también se puede ver reflejada en este ámbito. Las ciudades crecen, la riqueza prospera y el interés por la cultura es cada vez mayor. Nos movemos en la Edad Media. El número de ejemplares copiados es cada vez mayor, pues eclesiásticos, monarcas y altos dignatarios demandaban libros y cuadernos.
            Por todo ello, no debe extrañarnos que pensaran en aplicar materias primas menos ricas en esta ingente cantidad de ejemplares. Poco a poco se va apostando por materiales más económicos hasta llegar a apostar por la piel como base para las tapas de los libros.
            Los curtidos por lo tanto hicieron acto de presencia sobre las duras tapas de madera para ennoblecer los libros. La piel de cerdo, venado, cabra o becerro fueron las más usadas por su dureza y consistencia.
            En un principio, las encuadernaciones en piel estaban huérfanas de decoración y sin ninguna personalidad. La piel se colocaba a presión sobre la dura tapa y poco más era el interés de estos maestros por decorar los manuales. En la Edad Media este pensamiento cambió y pronto se pensó en introducir poco a poco elementos distintivos que hicieran diferente un libro frente a otro.


Ejemplo[9] de encuadernación con planchas del siglo XVI

            Las rosáceas[10], por ejemplo, fueron unos de los primeros elementos que se introdujeron y se plasmaron sobre el curtido.
            Como no podía ser de otra forma, las cruces también se abrieron hueco y así enfatizar el carácter religioso que muchos de estos libros tenían. Los destinados al ámbito eclesiástico estaban repletos de estas estampaciones, las cuales presentan una evolución compositiva temporal coherente; pues van desde la más simple hasta las más complejas una vez que ya se conoce la técnica para ‘jugar’ con su forma.
            Como decoración, los cuadrifolios eran los encargados de complementar la estampa. Podría tratarse de una influencia de las formas arquitectónicas hacia el campo de los tejidos, algo que parece bastante coherente si nos centramos en balaustradas con lóbulos cuadriformes o formas similares en vidrieras góticas, por ejemplo.
            Para su realización, el cuero se humedecía normalmente con agua y en ocasiones con ligeros toques de aceites vegetales y seguidamente se presionaba fuertemente con el taco hasta secar la piel, dejando plasmada la decoración deseada en relieve.
            La desventaja de estos tacos de madera es que se desgastaba muy rápidamente por el uso, apenas aguantaban varias sesiones, por lo que con el tiempo se sustituyeron por otros de cobre o hierro.
            La mayor diferencia entre ambas materias es fundamental, ya que con los primeros no se podía hacer otra cosa más que una fuerte presión sobre la piel de forma prolongada. Con el ‘nuevo material’, se podía introducir la peculiaridad del calor. El hierro y el metal se calentaban hasta altas temperaturas para presionar el taco sobre la encuadernación y quedar, de este modo, un relieve más definido que con las de madera. Un gran avance en tiempo de ejecución y en resultado final.
            El uso de las placas se completó en el silgo XV con la invención de una nueva herramienta: la rueda, que no era más que un disco de cobre unido a un mango con una terminación en horquilla en el centro. Supone un plus en la decoración de la piel curtida, pues mediante ella se podía realizar filigranas y series repetitivas de varios elementos de un modo regular y homogéneo en varios ejemplares para caracterizarlos y diferenciarlos de otros.          
            La utilización del oro a la encuadernación llega a finales del siglo XV. Por lo tanto y con ello, se puede afirmar que se asientan las bases para hacer de esto un oficio artístico plenamente evolucionado y que será clave para enriquecer las más laureadas bibliotecas del panorama nacional en los años y siglos venideros.




Evolución temporal[11]

            Si nos movemos mediante épocas, es a partir de los siglos XII, XII y XIV cuando la producción de encuadernaciones cobra importancia. Aunque como se ha señalado anteriormente, esta estaba basada en elementos simples y con aperos en cierto modo rudimentarios. Con el paso del tiempo, se accede hacia una mayor complejidad y se da entrada a animales fantásticos tales como quimeras, dragones o grifos formando agrupaciones o líneas de composición.
            En el siglo XV se da un salto notable al introducirse nuevas formas. Los hierros se enriquecen con formas anteriormente no vistas, como la flor de lis, la rosa, el ciervo, el jabalí y hasta la ardilla comiendo nueces. Pero es el oro el que pone el punto de interés en este período, pues es introducido como elemento de lujo en los ejemplares
            A finales de este siglo, hacen su acto de presencia la rueda que con anterioridad se ha explicado y las nuevas placas de metales procedentes de Centroeuropa; usadas para multiplicar el trabajo y adelantar tarea ya que le producción de libros era cada vez más y más.
            Con anterioridad y remontándonos a la invasión musulmana, los llamados cordobanes[12] hicieron acto de presencia en la Península Ibérica, llegando a ser aceptados por la población por su gran preparación, repujado y cincelado de pieles.
                        Durante los siglos XII, XIII, XIV y XV podemos dividir las encuadernaciones en dos estilos fundamentalmente: gótico y mudéjar. Serán sobre estas últimas sobre las que centremos mayor interés por su excepcional riqueza.


Oficio de encuadernador medieval.[13]
            Góticas[14].

            Los motivos decorativos de los libros españoles durante la etapa gótica sigue la corriente europea aunque con un marcado toque hispánico, pues leones, águilas y castillos pueblan casi toda la zona.
            No cesan las influencias del estilo gótico en las encuadernaciones que se hacen a lo largo del XV; y durante el XVI aún perduran los elementos medievales decorativos en la cubierta de los libros, ya sean rombos, losanges o cuadrifolios.
            En España, como decimos, la producción de este campo en el contexto gótico es menor que en la zona germánica, por ejemplo, ya que se asientan sobre la producción anterior románica y a su vez del mundo antiguo. Posteriormente, ya en el tardo gótico, culmina e incluso enlaza con la cultura Renacentista.
           
           

Ejemplo[15] de encuadernación gótica del S. XV

Mudéjares[16].

            Las encuadernaciones mudéjares siguen el camino de las artes mayores y emplean elementos procedentes del mundo Oriental como base para su desarrollo y ornamentación. No son propiamente musulmanas; es una adaptación de la base del arte islámico plasmada en un ámbito y con una finalidad diferente.
            La belleza del aspecto externo de los libros mudéjares recae en el libre albedrío sobre el que trabajan los artistas; pues las formas que se pueden hacer con los elementos que propone el arte islámico son fácilmente maleables y con capacidad de yuxtaponer unas sobre otras puesto que en la mayoría de los casos son formas geométricas y no imágenes figurativas.
            Es muy importante el campo de la decoración en el mundo islámico por varias razones. Entre otras, el amplio desarrollo de las artes decorativas trajo consigo el perfeccionamiento de las diferentes técnicas de trabajo artístico de la madera, el yeso, la cerámica, el cuero o el metal.
            La lacería y los motivos entrelazados con cintas compuestas por estrellas así como figuras poligonales, cordones y trenzas sin dejar a un lado el ataurique o las hojas de acanto completan el panorama decorativo. Los seres vivos representados de forma conceptual también pueden apreciarse, al igual que la escritura cúfica para expresar testimonios de fe y algunos motivos con amplio simbolismo como puede ser la protección que se representa con la mano de Fátima o la estrella de seis puntas de Salomón.
            La época de mayor apogeo de este estilo; los siglos XIV y XV, siendo la última centuria la fecha clave, pues es cuando se produce una movilidad intensa de los encuadernadores de un lugar a otro. Su pervivencia hasta el silgo XVI se hace patente y se encuentra reflejado en varios ejemplares a pesar el empuje de las formas renacentistas.
            Toledo y Valencia son los nudos sobre los que se movían los principales impulsores de estas obras. En lo referente a sus artífices, nombrar a los propios libreros como pioneros en la materia, fundamentalmente en el ámbito aragonés; aunque en cualquier caso, libreros y encuadernadores comparten materiales y técnicas similares a lo largo del tiempo, de ahí que se enclaven en el mismo Oficio en el siglo XVI.
            Las cubiertas eran, normalmente, de piel de cabra que daba como resultado un color rojizo y oscuro, siguiendo por lo tanto la tradición andalusí de optar por un cuero de gran calidad. Lo lógico era encontrar las cubiertas enteras con piel y con algún que otro detalle en metálico como bollones, clavos o placas de lata decoradas con un relieve en las esquinas con dos funciones: proteger al libro de los golpes y decorar dichas zonas.
            Las técnicas que se llevaban a cabo para realizar este trabajo fueron básicamente tres. El fileteado, ayudándose de un punzón y destinado a delimitar recuadros, el gofrado en seco, que, como hemos señalado anteriormente, consiste en aplicar hierros calientes sobre la tapa y el gofrado con oro[17]; igual solo que se aplicaba sobre una fina lamina de pan de oro.
            Ya en cuanto al repertorio ornamental en sí, se puede decir que predomina ante todo el motivo geométrico[18]. Sin embargo, en muchas ocasiones, aparecen entremezclados con estampaciones góticas tales como aves, dragones o flores, y rara vez con medallones renacentistas.
            Esto es un claro ejemplo de lo que supone el arte mudéjar, ya que produce un estilo propio e independiente pero que bebe de otras culturas y estilos; aunque la concepción estética siempre va a ser claramente islámica.
            Finalmente, haremos una breve referencia a las estructuraciones decorativas que pueblan la portada para hacernos una idea de las soluciones tan curiosas que podemos conseguir al trabajar la tapa.
            En lagunas ocasiones se le da la importancia fundamental a un solo motivo de lacería, aplicada mediante la rueda de origen islámico, con una repetición de imágenes a lo largo de la superficie. Encontramos ejemplares en los que se decoran los laterales del mismo dejando el centro huérfano de dibujo para plasmar ahí una estrella de ocho puntas con cintas que se entrecruzan y complementadas por labores geométricas. Al finalizar el trabajo compositivo, se le incrustan varios bollones metálicos para salvaguardar el tomo
           

Ejemplo[19] de encuadernación mudéjar del S. XV


Conclusión

       La realización de este trabajo ha sido satisfactoria por todo los conocimientos que he adquirido sobre este tema al hacerlo. Como se ha señalado en la introducción, siempre fue de mi interés el conocimiento sobre materias como la madera, el corcho o el cuero, puesto que poco conocemos sobre ellos y es de ahí de donde partió mi curiosidad a la hora de estudiarlos.
            No se puede esconder que la información que hasta hoy nos ha llegado sobre el trabajo del curtido; algo lógico al tratarse de una materia prima de escasa importancia en el mundo del arte si lo comparamos con los metales, las vidrieras o las monedas. Los artículos de los principales estudiosos de la materia me han servido como pilar fundamental para estructurar las diferentes partes.
            Aprovechando lo anterior, haré referencia a la división del trabajo:
            Una introducción inicial en la que se ha puesto el por qué del mismo y las curiosidades que siempre me han surgido en cuando a dicho material.
            Seguidamente, la historia del material; algo clave para comprender de dónde viene y cómo es el camino hasta su destino final.
            En tercer lugar, las técnicas. Es necesario conocer cómo se trabaja y qué instrumentos se usan para darle las múltiples formas.
            A continuación y de forma escalonada en cuando a su importancia, se encontraría el apartado destinado a la encuadernación. En él se ha explicado los métodos y la evolución en las formas decorativas sobre el cuero en las pastas de los libros.
            Y ligado a ello, la encuadernación en la época mudéjar, sobre la que he tenido el gusto de recrearme más de lo habitual para ver cómo en estas pequeñas estampaciones también se puede ver reflejada la influencia del arte islámico. Las formas de la ornamentación y el esquema compositivo para ello así lo reflejan.
           

                       




















Bibliografía

            PAZ AGULÓ, M. (1982). Historia de las artes aplicadas e industriales en España. Madrid, Manuales Arte Cátedra.

            MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M. (2002). “Oficios, artesanía y usos de la piel en la indumentaria (Murcia, ss. XIII-XV). Universidad de Murcia

            MÉNDEZ APARICIO, J. (19??). “Las encuadernaciones de los siglos XV, XVI y XVII de la Biblioteca Pública de Toledo”.

            ÁLVARO ZAMORA, M. I. (2008). “Encuadernaciones mudéjares”. (Artigrama, núm. 23, 2008, 445-481)

            Recursos web:

-          Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua española (www.rae.es)
           
-          Imágenes procedentes de:
                        www.dipity.com/Rodipity/Cronos[20]
                        www.pieles-decorativos.webnode.es/historia[21]





            [1] Cuero: Pellejo que cubre la carne de los animales. Este mismo pellejo después de curtido y preparado para los diferentes usos a que se aplica en la industria (Diccionario de la RAE)

            [2] Como tradicionalmente ha afirmado el estudioso español Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912): “El mudéjar constituye el único estilo artístico del que España puede presumir como propio.”
[3]           PAZ AGULÓ, M. (1982). Historia de las artes aplicadas e industriales en España. Madrid, Manuales Arte Cátedra, p. 325. Realiza un repaso histórico de este material a lo largo del tiempo. Como no podía ser de otra forma, enfatiza notablemente el período andalusí por actuar como paso fronterizo del cuero hacia el resto de Europa.

[4]           MARTÍNEZ MARTÍNEZ, M. (2002). “Oficios, artesanía y usos de la piel en la indumentaria (Murcia, ss. XIII-XV). Universidad de Murcia

            [5] PAZ AGULÓ, Op. Cit., p 325. Optaremos por el libro de María Paz Aguiló para el apartado de las técnicas puesto que las realiza de un modo general y no tan destinadas al campo de la encuadernación como sí que hace Julia Méndez Aparicio.

                [6] Troquel: Instrumento o máquina con bordes cortantes para recortar con precisión planchas, cartones, cueros. (Diccionario de la RAE)

            [7]Imagen extraída de la web: http://pieles-decorativos.webnode.es/historia/
                [8] El sustrato de esta introducción sobre las aplicaciones del cuero en las encuadernaciones ha sido tomado de una conferencia de Julia Menéndez Aparicio en la 2ª mitad de S. XX. MÉNDEZ APARICIO, J. (1978). “Las encuadernaciones de los siglos XV, XVI y XVII de la Biblioteca Pública de Toledo”.

                [9] [9] Imagen extraída de la web: http://www.dipity.com/Rodipity/Cronos/

                [10]  Rosácea: decoración a base de motivos vegetales que se podían ver en los primeros libros encuadernados con tejido animal.
            [11] Seguiremos el esquema que propone Julia Menéndez en su ponencia. MÉNDEZ APARICIO, J. (1978). “Las encuadernaciones de los siglos XV, XVI y XVII de la Biblioteca Pública de Toledo”.

            [12] Cordobán: Piel curtida de macho cabrío o de cabra. (RAE)

                [13]  Imagen extraída de: http://www.artesdellibro.com/_mt/mt-search.cgi?IncludeBlogs=6&search=Encuadernaci%C3%B3n%20G%C3%B3tica

            [14] A partir de este punto se complementará el camino anterior de Julia Méndez con  el artículo de María Isabel Álvaro Zamora (ÁLVARO ZAMORA, M. I. (2008). “Encuadernaciones mudéjares”. (Artigrama, núm. 23, 2008, 445-481)
               
                [15] Imagen extraída de la web: http://www.dipity.com/Rodipity/Cronos/

                [16] Para este punto, se ha optado por seguir el esquema que propone María Isabel Álvarez Zamora en su artículo, ÁLVARO ZAMORA, M. I. (2008). “Encuadernaciones mudéjares”. (Artigrama, núm. 23, 2008, 445-481) ya que está íntegramente destinado a este apartado y además es ella una de las principales figuras en el estudio de esta materia.

            [17] Esta técnica es la menos usada entre todas; aparece excepcionalmente y no tiene demasiada profusión, exceptuando las encuadernaciones italianas destinadas para la Biblioteca Real de Nápoles. (MÉNDEZ APARICIO, J. (1978). “Las encuadernaciones de los siglos XV, XVI y XVII de la Biblioteca Pública de Toledo”.

            [18] Como se ha explicado con anterioridad, se recoge así el testigo del arte musulmán y su gusto por la abstracción.

                [19] Imagen extraída de la web: http://www.dipity.com/Rodipity/Cronos/          
                [20]  Web interactiva con una aplicación en la que un eje cronológico marca las diferentes etapas en cuanto a la encuadernación de libros.

                [21]  Web con un interesante abanico de fotografías sobre el cuero.

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