Muchas veces hemos dicho aquello de: "¡Eso está en el quinto pino!", refiriéndonos comúnmente a un lugar que está muy lejos de donde nos encontramos.
Pero, ¿cuál es el origen de esta curiosa expresión?
Veamos. Al parecer, durante el siglo XVIII y coincidiendo con el reinado del Felipe V, se optó por darle a la ciudad de Madrid un toque naturalista y renovado que rompiese con la frialdad y la monotonía de los edificios del momento.
Para ello, se optó por plantar una serie de pinos a lo largo de las principales vías de la ciudad. Concretamente se dice que fueron cinco los frondosos y monumentales pinos que se sembraron a lo largo y ancho de las aterias de Madrid.
El primero de ellos estaba a la altura del Museo del Prado. El resto se fue sembrando a una distancia prudencial entre ellos hasta llegar al último, que estaría en la zona conocida como Nuevos Ministerios, que hoy está abarrotada de colosales edificios pero que por aquellos años era casi el exterior de la ciudad.
Evidentemente antes no había paradas de metro o autobús, por lo tanto los madrileños del momento tenían que ingeniárselas como podían para organizar sus quedadas y efectivamente usaban los pinos para establecer sus citas.
Sin embargo, el último pino tenía una particularidad especial, y es que al estar casi a las afueras de la ciudad, marcaba lugar ideal para que las parejas se diesen cita y pudiesen besarse y mostrar su amor libremente sin preocuparse demasiado por ser vistos. Hoy ver a una pareja hacer "manitas" en la calle es bastante común, pero desde luego no lo era en el siglo XVIII.
A partir de aquellos años y de esta peculiar forma nació la expresión "en el quinto pinto", siendo esta locución un testimonio de la forma de vida del Madrid del momento y que ha sobrevivido a los avatares del tiempo hasta convertirse en una expresión que muchos de nosotros usamos casi a diario.
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