"¡INCENDIO EN EL MUSEO DEL PRADO!", POR MARIANO DE CAVIA

El 25 de noviembre de 1891 el periodista Mariano de Cavia nos dejó una lección que ya forma parte de la historia de España: hay que leer las noticias, y a poder ser, hasta el final.

Aquel día él mismo publicó en "El Liberal", el periódico de mayor tirada del momento, una crónica que empezaba tal que así:

LA CATÁSTROFE DE ANOCHE. ESPAÑA ESTÁ DE LUTO. INCENDIO EN EL MUSEO DE PINTURAS.

"El Museo del Prado está ardiendo. [...]. Por desgracia, los resplandores del incendio, iluminando intensamente los nubarrones apiñados sobre Madrid, parecían decir: rechazad toda esperanza. [...] Esto se hallaba en el más escandaloso de los abandonos [...] ¿A quién se le ocurre tolerar que en los desvanes del museo se albergase toda una muchedumbre, con niños, mujeres, perros y gatos? El incendio está en todo su horrible apogeo, y el Museo, gloria de España y envidia de Europa, puede darse por perdido [...]"


Cientos de personas corrieron ese día a la pinacoteca para ver las ruinas y en las calles no se hablaba de otra cosa. Adiós Rubens. Adiós Velázquez. Adiós Goya.

Pero el museo estaba perfectamente. Lo del incendio era una auténtica noticia falsa. Una fake new. O casi, porque la clave de la noticia estaba al final, donde se decía lo siguiente:

"Ahí va en brevísimo extracto al reseña de los tristes sucesos que pueden ocurrir aquí el día menos pensado".

No era una noticia: era una llamada de atención sobre lo podría suceder.

¿Por qué lo hizo? Pues sencillamente quería denunciar lo que estaba pasando. Y pasaba que por aquellos años el Prado parecía la Casa de Tócame Roque. Allí, el el mismo edificio, vivían los empleados del museo con toda su familia, perros y gatos incluidos, claro. Y hacían lo que hacían todas las familias: cocinar, secar la ropa en el fuego, encender el brasero... ¿Qué podría salir mal?

De hecho ya se habían declarado pequeños incendios en el museo pero nadie hacía nada para evitarlos.

La repercusión de la noticia fue internacional y sirvió para que el Ministro de Fomento, Manuel Linares, tomase cartas sobre el asunto. Se desalojó a aquella gente de los desvanes y los sótanos y se hicieron pabellones cercanos para realojarlos y evitar que continuasen en una situación de precariedad e insalubridad que no solo podía en riesgo su vida, sino también la de las obras de arte.

Y así fue cómo Mariano de Cavia hizo lo que nadie hizo hasta entonces: inventar una catástrofe para evitarla.

Cosas de la historia.

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