Jan van Eyck fue uno de los artistas más notables del ámbito flamenco. Natural de Maaseik, se formó en París y estuvo a las órdenes del conde de Holanda Juan de Baviera. Está considerado como uno de los protagonistas que se encuentran entre el gótico internacional y la pintura flamenca.
Sus obras destacan por su realismo, llenas de elementos decorativos en las que se dejan ver numerosas facetas del mundo urbano y comercial de la época.
En una de sus obras más relevantes, conocida como "El matrimonio Arnolfini" o "Los esposos Arnolfini", se resumen algunas características de la pintura flamenca: los protagonistas son burgueses, se trabaja el detalle hasta límites microscópicos y se le da una gran importancia a la minuciosidad y el simbolismo.
"El matrimonio Arnolfini", Jan Van Eyick (1390 (?)-1441), 1434, gótico flamenco, óleo, 84x57cm, National Galley de Londres |
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Se dice que unas de sus máximas obsesiones era poder captar la sensación casi tridimensional de sus obras, tomando como base la perspectiva, la profundidad y el realismo, cuestiones hasta entonces no demasiado explotadas.
Son tres los tonos fundamentales de la obra: los tonos ocres y marrones, que tienen su máxima expresión en la vestimenta del mercader, los verdes, plasmados de forma llamativa en el vestido de la mujer embarazada y los colores rojizos del fondo. Asimismo la luz natural que entra por la ventana incide de forma estudiada y con gran intensidad sobre la figura femenina, dejando la del hombre en cierta penumbra y baña de color el resto de la estancia.
Los detalles que se pueden ir apreciando a lo largo de la obra fueron fruto, además de la maestría de van Eyck, de su imaginación, ya que para realizar este cuadro usó, en lugar de la pintura al temple (en la que se usaba el huevo para mezclar los pigmentos), la pintura al óleo, hecha a base de aceite, de secado más lento, lo que le ayudó a la hora de añadir capas de colores constantemente hasta llegar a una tonalidad deseada; todo ello ayudándose siempre de finísimos pinceles.
El efecto casi tridimensional de la obra es conseguida gracias, en gran parte, al uso de las líneas de fuga tanto en el artesonado como en el suelo y la ventana. Este efecto es reforzado por el famoso espejo del fondo. En él se puede observar la figura de dos personas situadas ante la pareja. Uno de los presentes pudo ser el mismo Jan van Eyck, tal y como reza la inscripción que se puede leer justo encima del mismo ("Johannes van Eyck estuvo aquí" - "Johannes de Eyck fuit hic, 1434). Gracias a este recurso se consigue un nuevo plano secundario pero que, sin embargo, ayuda a interpretar la dimensión de la escena más allá de lo que a simple vista podemos observar. Este recurso fue tan valorado que artistas de la talla de Diego Velázquez lo toman como ejemplo para realizar alguna de sus obras más laureadas, como por ejemplo "Las meninas". Para centrar la composición se usa la figura de la voluminosa lámpara.
El esposo por su parte coge con delicadeza la mano de la mujer, mientras que con la mano que le queda libre hace un gesto de aceptación o aprobación. Ella, en señal de modestia, agacha ligeramente la cabeza. Tras ellos, una importante cama, haciendo alusión de esta forma que se encuentran en la estancia nupcial.
En cuanto al contenido en sí mismo, podríamos señalar que la escena recoge los esponsales entre Giovanni Arnolfini Giovanna Cerani. Él fue un poderoso mercader italiano afincado en Francia y a su vez, demandante del cuadro.
A simple vista podría dar la sensación que el cuadro no esconde nada más allá de lo meramente anecdótico: la figura de una pareja que espera el nacimiento de su hijo. Sin embargo, esconde algunas cuestiones religiosas relevantes. Sobre la citada lámpara aparece una vela encendida que simboliza la llama de Jesucristo y que está santificando a los esposos. Eso, unido a la presencia de una pequeña estatuilla de Santa Margarita colocada sobre el pomo de la puerta, nos habla de la unidad de ambos. En la parte inferior izquierda aparecen unos zuecos. Además ambos están descalzos: exactamente igual que Moisés en el Sinaí a la hora de tocar tierra sagrada. Lo sagrado del acto, como vemos, está presente. El pequeño perro nos habla de la unidad conyugal mientras que la borla de la cama y el vientre de ella aluden a la fertilidad. Por su parte, las frutas del aféizar de la ventana y el arca revelan la inocencia original.
Se trata pues de una de las obras más emblemáticas de la historia del arte ya no sólo por la destreza del autor a hora de elaborar semejante derroche de maestría en un cuadro tan pequeño, sino también por la infuencia que ha tenido el uso de algunos recursos y métodos a lo largo de los siglos.
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