COMENTARIO "EL MARTIRIO DE SAN FELIPE", DE JOSÉ DE RIBERA

José de Ribera está considerado como el gran pintor uno de los grandes del abrroco hispano y muchos han hablado de como el Caravaggio español por su tendencia hacia el tenebrismo y los contrastes violentos de luminosidad en alguna de sus obras. Sin embargo es justo decir que este artista valenciano desarrollo durante su madurez un estilo propio que influyó notablemente en la pintura italiana y española.

La mayor parte de su vida trabajo en Italia y fue allí donde adquirió el nombre o apodo de Il Spagnoletto, haciendo referencia así a su escasa estatura. Su estilo de vida bohemio le ocasionó numerosos problemas con la justicia y fue esto lo que le llevo a trasladarse de Roma a Nápoles, territorio dependiente de España y dónde se convertiría en una persona influyente.

Podemos dividir las trayectoria de José de Ribera en tres etapas. La primera iría hasta el año 1635 y está influenciada por la obra de Caravaggio; se caracteriza por el uso de un intenso tenebrismo con violentos contrastes luminosos así como escaso número de figuras y fondos negros. La segunda etapa se desarrollaría entre 1635 y 1650 y en ella los paisajes sustituyen a los fondos negros y las obras ganan luminosidad y riqueza cromática mientras que las composiciones demuestran mayor elaboración y dinamismo. Esto se debe a la admiración que el artista español sintió durante esta época por el colorido de los pintores venecianos y que motivo un cambio estilístico a destacar. A partir de el año 1650 se desarrolla una tercera etapa en la cual José de Ribera emprende un retorno a las formas del periodo juvenil y recupera el tenebrismo inicial y oscurece su paleta.

  • El martirio de San Felipe
  • José de Ribera (1591-1652)
  • Año 1639
  • Barroco español
  • Óleo sobre lienzo (2,34 x 2,34 m)
  • Museo del Prado, Madrid

Pero, ¿qué vemos en este cuadro? 

Bien. Curiosamente el martirio de San Felipe fue conocido durante años como el martirio de San Bartolomé y esto es debido a una falsa identificación del personaje central, ya que se echa en falta el atributo principal de San Bartolomé qué es el cuchillo de desollar, y en cambio si está presente la club ala que fue amarrado Felipe durante su martirio. Además el apóstol Felipe fue el santo patrono de Felipe IV, monarca para y que seguramente José de Ribera pintó el cuadro puesto que hay constancia de ello en su registro del Alcázar de Madrid del año 1666. Para realizar esta obra José de Ribera se mantiene fiel a la tradición en la que se describe como San Felipe tras la muerte de Jesús se desplazo a Frigia con la finalidad de predicar entre los paganos quién es para darle muerte lo ataron a una cruz con cuerdas. A pesar de su fama como pintor sanguinario el artista solo plasmo los preparativos de la tortura.

El dibujo destaca con una profesión sobresaliente mientras que las pinceladas son bastante pastosas y las figuras presenta una corporeidad voluminosa y a la vez elegante monumentalidad. Estas características son propias de la pintura de Ribera. Destaca entre los colores el rojo del verdugo que sostiene la pierna del Santo y que centra la atención del espectador por encima del resto de colores que adquiere una tonalidad oscura predominando entre todos ellos los marrones, grises, verdes y amarillos. El cielo está compuesto por rápidas pinceladas y adquiere una importancia destacable nada en la luminosidad que impregna a la escena. Esto le sirve a José de Ribera para iluminar los rostros y moldear las contornos de las figuras. 

La composición se realiza en base a una serie de líneas diagonales y verticales y escorzos muy violentos. En el primer plano podemos observar a dos verdugos que proceden a izar el alargado cuerpo de San Felipe, cuánto se encuentra atado al travesaño de la cruz al compás de un tercero y les ayuda levantando una cuerda de sus piernas. A la derecha del espectador podemos observar a un grupo de persona que presencia con atención la escena mientras que la izquierda y ya en un plano más alejado de la escena principal otro grupo donde destaca la presencia de una mujer que sostiene un niño en brazos y se muestra indiferente ante un suceso semejante. La columna está cruzada por una serie de sogas y situada en la parte superior derecha, mientras que el mastín de la Cruz se sale del viento y guía la mirada hacia más allá del marco. Cabe reseñar cómo contrasta el artista la actitud de abandono y devota resignación del santo apóstol que parece incluso ahora con el gesto forzado de los verdugos decididos a levar el cuerpo del mártir. 

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