COMENTARIO "NIÑOS COMIENDO UVAS Y MELÓN", DE MURILLO

Durante muchos años, Bartolomé Esteban Murillo fue el pintor más valorado de la ciudad de Sevilla, la cual era una de las principales ciudades del mundo en esa época, dejando en un segundo plano a otros artistas de la talla de Zurbarán. Sus Inmaculadas y pícaros extendieron su fama por toda Europa. En el momento de su muerte Murillo era el pintor español más famoso y conocido en el extranjero.

Murillo fue el menor de 14 hermanos y quedó huérfano a la edad de tan solo 10 años. Fue acogido por un tío suyo, quien ante sus disposiciones naturales buscó un maestro que desarrollará sus actitudes artísticas. Su pasión por la pintura le llevó a realizar una obra alegre y vital pero de un realismo sin concesiones.

En su juventud Murillo se centróen el estudio de las obras de Herrera el Viejo y de Zurbarán, los dos artistas más relevantes de aquella Sevilla. También conoció los cuadros de Ribera y de las escuelas italianas y flamencas. De la misma forma, en sus primeras producciones se deja patente la influencia del naturalismo tenebrista de Caravaggio. Sin duda alguna Murillo fue uno de los mejores intérpretes del sentimiento católico de su época y al mismo tiempo se anticipó a los gustos estéticos del siglo XVIII. Sus lienzos de temas infantiles alcanzaron gran prestigio pero aún mayor pues el de sus Inmaculadas. El candor y pureza que desprenden lo convierten en el mejor pintor de esta iconografía. La Virgen aparece casi siempre sobre un fondo celestial inundado de tonalidades áureas envuelve su figura y de ángeles que revolotean a su alrededor. El gran mérito conceptual de la pintura de Murillo está, en palabras crítico de arte Rafael Causa "en que humanizó profundamente la religiosidad exaltada de la Contrarreforma".

Niños comiendo uvas y melón, Bartolomé Estaban Murillo (1617-1682), año 1650. Barroco español. Óleo sobre lienzo (1,46 x 1,06 m). Alte Pinakothek de Múnich

Niños comiendo uvas y melón es uno de sus cuadros más conocidos. En cuanto a los elementos plásticos podemos destacar el fondo oscuro y poco elaborado que permiten destacar las figuras en las cuales Murillo concentra la atención. En la parte superior derecha del cuadro, el color negro es suavizado con pinceladas verdosas que permiten resaltar los contornos no iluminados del muchacho que tiene el melón entre las piernas. Las figuras humanas y las frutas así como la cesta están dibujadas con gran naturalismo y precisión. El negro, el blanco y una amplia gama de tonalidades terrosas combinan armoniosamente.

En cuanto la composición podemos señalar que esta obra reproduce un modelo que el artista sevillano repitió con frecuencia: el de dos o tres niños de humilde condición que sobreviven en un medio adverso gracias a su ingenio. En Niños comiendo uva y melón aparecen dos chavales. El primero está sentado en el suelo, sostiene en la mano izquierda un pedazo de melón y con la derecha levanta un racimo de uva para devorarlas inmediatamente al tiempo que observa su compañero. El segundo descansa en un taburete y devuelve la mirada a su camarada con la boca llena y el melón abierto entre las piernas. Los dos van vestidos con andrajos y con los pies descalzos y polvorientos. Junto a ellos se encuentran desperdigados por el suelo pequeño restos de frutas. En el margen inferior izquierdo de cuadro se observa una cesta llena de uvas realizada con gran preciosismo y naturalismo.

Al hablar del contenido de la obra debemos señalar que en el lienzo se representa dos muchachos vestidos con harapos y descalzos que comen uvas y melón despreocupados de su pobre condición. A principios del siglo XVIII, Sevilla era un centro mercantil de primer orden debido al comercio de las colonias de ultramar. A pesar de ello, la crisis que afectó a España durante las primeras décadas del siglo motivó un retroceso en la economía de la ciudad andaluza que unido a la peste del año 1649 y la consiguiente falta de víveres redujo la población casi a la mitad y sumió a las clases humildes en un estado de extrema pobreza. Si sus Inmaculadas responden al arraigada religiosidad del pintor y de un país marcadamente religioso, su retratos de pícaros callejeros son un reflejo afectuoso de la sociedad sevillana y de sus miembros más desprotegidos; en este caso los niños. En la Sevilla de Murillo existía una importante colonia de comerciantes, banqueros, asentadores y flotadores de navíos flamencos, genoveses y holandeses que solicitaban al artista lienzos de temática popular. En estas obras se reflejan escenas amables de la vida callejera como es el caso de Niños comiendo uvas y melón.

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