LA MÚSICA EN EL RENACIMIENTO

Aunque el arte musical lleva un pequeño retraso con respecto a las demás artes, no pue de por menos de acusar el cambio que se opera en todas las expresiones humanas y comienza a experimentar también su evolución. Ante todas las renovaciones operadas en las ciencias, los descubrimientos y las nuevas fórmulas artísticas, el mundo musical sentía el hormiguillo del ansia de nuevas maneras. Para crear otros mol des y, sobre todo, para difundirlos con rapidez estaba un invento utilísimo: la imprenta. En otros tiempos, la escritura musical había de ser copiada a mano y viajaba lentamente de unas manos a otras en un círculo limitado; ahora, con ayuda del nuevo mecanismo, podían hacerse multitud de copias de una partitura y repartirlas rápidamente a cuantos les interesaba la música. Esta entra no sólo en templos, conventos, palacios y centros cultivados, sino también en los hogares; de ese modo se amplían los repertorios y la música se populariza. Unos países pueden interpretar la música creada en otros y pronto el lenguaje sonoro adquiere el valor de un idioma internacional.

La polifonía. Desde el siglo XIV, el movimiento musical imperante era la polifonía (poli=varios y fonía=sonido), es decir, la melodía cantada a varias voces. Al principio, se hacían solamente dos voces o, a lo sumo, tres o cuatro. En realidad hasta mediados del siglo XV, la polifonía no se convierte en el complicado encaje de voces que perduraría hasta el siglo XVI. Los más importantes nombres de la polifonía son, a finales del siglo XV y principios del XVI, Joaquin Después y Clemente Jannenquin, que solían tomar tonadillas populares armonizándolas con gran maestría y confiriéndoles un aire refinado y mundano. También compusieron obras religiosas a base de melodías populares y alcanzaron gran éxito entre la gente que, al escuchar determinado pasaje de una misa, sabia reconocer, entre las múltiples voces, la cancioncilla que se cantaba a diario por las calles o en el trabajo. Flamenco como los dos anteriores era Orlando de Lasso, a quien se ha llamado el maestro supremo del contrapunto (polifonía): escribió más de dos mil obras de gran expresividad con verdadera suntuosidad de sonidos que se entre cruzan formando corte a la melodía. De sus países de origen, los contrapuntistas se extendieron por toda Europa, aunque, fuera de los Países Bajos, de donde procedían casi todos ellos, no existia demasiada predilección por este género de música en la que parecía tener más importancia la técnica matemáticamente prescrita de los tonos y la medida que la búsqueda de la belleza sencilla y la expresión. Por otra parte, el Concilio de Trento se encargó de poner cortapisas a los compositores más o menos religiosos que se permitían muchas fantasías a la hora de componer cantos de iglesia. La prohibición de utilizar melodías populares para armonizarlas polifónicamente en la composición de misas dio al traste con todas aquellas complejas complicaciones sonoras, cuyas técnicas asfixiantes estaban pidiendo la vuelta al canto llano es decir, a una voz.

Palestrina, la figura cumbre de la polifonía, especialmente dedicado a la música religiosa, llena todo el siglo XVI y presenta a lo largo de su brillante carrera varios cambios progresivos que nos hacen ver en él al hombre flexible que sabe evolucionar desde las sutiles técnicas de la moda hasta la inspiración más libre y más expresiva. El sabría encauzar el contrapunto flamenco y, con un estilo dulce y expresivo, se impuso rápidamente con éxito. Nacido en la ciudad de la que ha heredado el nombre, Giovanni Pierluigi Sante fue admitido a los veinticinco años como director del coro de niños de la capilla papal, a pesar de no ser clérigo y de estar casado. Pero, por este mismo motivo, fue destituido un año después por un nuevo pontífice, pasando como maestro de capilla a la iglesia de San Juan de Letrán y, de allí, a la de Santa María la Mayor. Más tarde, volvió a ser maestro de la capilla pontificia y corrigió multitud de libros de cantos litúrgicos que adolecían de imperfecciones. Sus obras son innumerables y todas geniales. Una de sus peculiaridades es la de haber implantado lo que se ha llamado género a capella, o sea, música vocal sin acompaña miento de ningún instrumento.

Órgano de San Juan de Letrán, donde Palestrina ejerció el cargo de maestro de Capilla.

Entre los músicos más expresivos seguido res del estilo de Palestrina, está Tomás Luis de Victoria, español, nacido en Avila en la primera mitad del siglo XVI, que se trasladó a Roma donde compuso obras comparables a las del maestro italiano y algunas superiores. En su acendrado misticismo, rechaza todo artificio y expresa de la mejor manera el sentimiento religioso. Su sinceridad, pureza y matiz espiritual no impiden que maneje la técnica con destreza y precisión magistrales. A partir de Palestrina, la música religiosa quedó claramente separada de la música profana, pero esto no quiere decir que esta última no se interpretara; muy al contrario, entre las gen tes de toda condición, por fuerza tenía que tener éxito la música que adoptaba las melodías populares y las convertía en canciones polifónicas sobre la letra de coplas y romances que todos conocían. El mismo Palestrina, aunque más dedicado a la música religiosa y más conocido por esta labor, no dejó de componer madrigales, que eran las canciones más en boga, a pesar de que era ésta una moda que comenzó en el siglo XIV. Naturalmente existían otras composiciones cultivadas que no lograban hacer sombra al madrigal, como las canzonette, las villanelle a la Napoletana y los balletti, entre las que había verdaderas joyas musicales.

Nuevos y mejores instrumentos. Lógica mente la música no quedó limitada a la polifonía vocal. También la parte instrumental tenía su importancia, que se vio acrecentada por los nuevos instrumentos que vienen a añadirse a la familia musical y por el perfeccionamiento de los que ya existían. El siglo XVI se caracteriza además por el auge que toma la práctica instrumental entre las gentes del alto mundo. Lo mismo que se cantaban los madrigales, había que saber acompañarlos de instrumentos y estos pequeños conciertos de música vocal e instrumental, llevados al refinamiento más exquisito, son los que se ejecutaban en los salones de los palacios, razón por la cual se han llamado "música de cámara" (cámara = estancia, salón). Hasta llegar a este último punto del proceso se vinieron utilizando los instrumentos ya existentes, pero además, a medida que se crearon otras necesidades en la búsqueda de nuevos matices sonoros, fueron surgiendo nuevos instrumentos para contribuir al lógico avance de este arte.

Instrumentos de cuerda. Pertenecen a este grupo los instrumentos que poseen cuerdas tensas sujetas por los dos extremos y que producen sonido por medio de la vibración que imprimen a esas cuerdas los dedos, el frote de un arco o las baquetas que las golpean en los instrumentos de teclado. Los nombres propios de los miembros de esta agrupación son: De los punteados o pulsados con los dedos: laúd, bandurria, mandolina, guitarra toscana, sistro, arpa (sencilla o doble). De los que se frotan con arco: violín en todos sus tipos, viola de gamba, viola de braccio, violeta, giga, lira, trompeta marina (un curio so instrumento de una sola cuerda o de dos, todo lo más, que data del siglo XIV). De los de teclado: Pulsados con baquetas o pasillos como el salterio y el tímpano o cimbalón. Del salterio derivó el clave, que fue transformándose y evolucionando hasta dar en el grupo de instrumentos que, una vez de pulsar se con los dedos o con púas metálicas, hacían puntear la cuerda por medio de una tecla. Esta, como un gran diente muy cómodo de pulsar para el dedo, llevaba al otro extremo una plan chita de metal que hacía vibrar la cuerda correspondiente. Los instrumentos que sonaban por este mecanismo eran el clavicordio, el manocordio, la espineta, el clavicémbalo, etc., aunque más tarde se terminó por dar a todos el nombre de clavicordio para evitar confusiones. Ya en el siglo XVI, los instrumentos de teclado iban pro vistos de pedal, que sirve para dar más énfasis a algunos sonidos a gusto del intérprete. De todos modos, estos instrumentos adolecían de imperfecciones que no serían corregidas hasta el siglo XVIII, en que se dispuso una tecla para cada cuerda, consiguiéndose una mayor precisión de sonido.

Instrumentos de viento. Constituyen este conjunto los instrumentos en forma de tubo de los más variados aspectos en los que vibra el aire. Al entrar el aire que sopla por la embocadura el instrumentista, tropieza con un obstáculo que produce las vibraciones necesarias para crear sonidos. Cuanto más corto es el tubo, más agudo es el sonido que sale de él y, por el contrario, más grave cuanto más largo. Cuando se quieren producir tonos muy graves y para que una longitud excesiva del tubo no entorpezca al artista, los instrumentos de viento se enroscan adoptando caprichosas formas para poder ocupar el menor espacio posible sin que disminuya en un punto su necesaria longitud. Por los distintos tipos de embocadura, los instrumentos de viento pueden ser de boca o de lengüeta. En los primeros, el aire al entrar tropieza con una pared fija cortada en bisel y experimenta unas ondulaciones, las vibraciones, que producen el sonido, y en los segundos, el obstáculo es una laminilla móvil que abre y cierra alternativamente la entrada del aire. La flauta de pico, el flageolet, la flauta baja, la flauta travesera y el pífano suizo pertenecen al primer grupo; en cambio, el oboe alto y bajo, los cromorlos, los fagotes, cirvelas y sordelines, al segundo. También son de la familia las cornetas de todos los tipos, los clarinetes, las trompas y los trombones alto, tenor, bajo y contrabajo entre los instrumentos de boquilla, y la gaita, la cornamusa, la bombarda con bajo grave, el órgano de iglesia y los órganos portátiles.

Instrumentos de percusión. Son aquellos a los que se hace vibrar golpeando una membrana con ayuda de las manos, de palillos, macitos, etc., o entrechocando metales o maderas. Se tocan con baquetas el tambor, la caja (o tambor de guerra), el bombo y los timbales. Sin necesidad de palillos y demás percutores suenan los platillos, las campanitas y las castañuelas. Otro instrumento popularísimo de percusión es la pandereta. Los instrumentos de percusión son los más antiguos de todos. En modelos rudimentarios, el hombre los viene usando desde principio de los tiempos, porque siempre ha tenido sentido del ritmo. Mucho antes de producir sonidos más o menos armoniosos, el hombre se acompañaba en todas sus ceremonias religiosas, guerreras o de caza con redobles o golpes acompasados de sus primitivos instrumentos. No obstante su antigüedad y su supuesta simplicidad, estos instrumentos han ido ganándose un puesto en las agrupaciones musicales y, en el siglo XVIII, ocupan ya una buena porción de las orquestas. Ellos son los que se encargan de dar pomposidad a las piezas sinfónicas y no digamos el buen papel que desempeñan cuando subrayan vigorosa mente el compás en los aires de marcha.

Instrumentos solistas. Como es natural, no siempre se encontraba un grupo de personas que supieran tocar distintos instrumentos para formar un conjunto de "cámara", ni estaba al alcance de todos contratar a varios músicos para entretener las veladas. Sin embargo, la gente se las ingeniaba para producir su música en un solo instrumento con un sonido lo suficientemente pastoso como para poderlo escuchar con agrado y para servirse de él como acompañamiento de la voz. Ya hemos dicho que se puso de moda en el siglo XVI saber tocar algún instrumento y entre los que más prestigio y difusión alcanzaron están los de teclado. Un español, Félix Antonio de Cabezón, fue organista de Felipe II y muchos concertistas de clavicémbalo, virginal y clavecín se hicieron famosos en Italia e Inglaterra, los dos países que por entonces dieron nombres más destacados. Las composiciones para instrumentos de teclado eran varias: la fantasía, variaciones sobre un tema; la toccata, palabra que se empezó a aplicar en general a todo lo que se tocaba sobre un tecla do; la pavana y muchas más. El laúd fue un instrumento muy grato a la alta sociedad de varios países en aquella brillan te época de la música. Tiene seis cuerdas que se puntean con los dedos de la mano derecha. Alcanzó tal predicamento que para él se componían numerosas obras e incluso se transcribían piezas polifónicas dejando la melodía para la voz, a la que acompañaba el instrumento. En los alegres círculos elegantes italianos encontró la mejor acogida y por eso muchas de las piezas especiales para laúd llevan inconfundibles nombres italianos: Saltarello, paduana, galliarda, spagnoletta... Más tarde el éxito contagió a Francia y surgen las chansons, la basse dance, la sauterelle, la gavotte, etc. Lo mismo ocurre en Inglaterra y en otros países. Los jóvenes danzaban a los sones del laúd y cada vez se tendía más a reunir varias piezas musicales en sucesión, formando contrastes de danzas lentas y bailes ligeros para prolongar la duración de aquellas sesiones musicales y así, sin saberlo aún, se creó la "suite". Al laúd y la vihuela, fue ron sucediendo las violas y los violines.

Nace la Opera. La palabra ópera significa obra y se designó así a un nuevo tipo de composición que reúne en sí la música instrumental, el canto, la danza, el drama y la escena con todas sus tramoyas y decorados; tal vez se designó así porque una conjunción tan completa de acciones artísticas merezca el nombre de obra por excelencia. En el siglo XVI existía la costumbre de representar los dramas intercalando música en varios momentos de la obra y, en los entreactos, se representaban entremeses y pasos cómicos, es decir, pequeñas comedias en las que se hacían pantomimas, se cantaba y se tocaban instrumentos. Por otra parte, los nobles que se reunían en los salones de sus palacios para tener sus sesiones de música de cámara, entusiastas de las culturas clásicas como buenos renacentistas y queriendo resucitar la tragedia griega, decidieron representar algunas obras con música, a base de cantos a una sola voz, que han dado lugar a las actuales arias, y acompañamiento de un coro que, como en las anti guas tragedias, comentaba la acción. Por distintos medios se venía a conjuntar lo que, en definitiva, sería la ópera: declamaciones y diálogos cantados. Pero, insensiblemente, la música va tomando predominio sobre la letra y aquel intento de recrear la tragedia griega dio con todos sus elementos en una nueva obra musical, hasta el punto de que, si bien se recuerdan fácilmente los nombres de compositores musicales, no sucede lo mismo con los autores de los libretos. En la época que nos ocupa, pare ce probado que el principal compositor de música para ópera fue Emilio de Cavalieri, con quien trabajaba en la composición de libretos la poetisa Laura Guidiccioni.



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