COMENTARIO "CABEZA DE MONTSERRAT GRITANTO", DE JULIO GONZÁLEZ

La introducción del hierro y de la soldadura autógena en las culturas y sus creaciones cubistas convirtieron a Julio González en uno de los máximos representantes de la escultura del siglo XX.



En cuanto a los datos técnicos, la escultura la hizo siguiendo la técnica de fundición y empleando el bronce como material con unas dimensiones de 32,5 cm de alto por 30 de largo y por 30 de ancho.

 Julio González nació en Barcelona en el seno de una familia de orfebres y artesanos del hierro forjado.  Su padre le enseñó a trabajar en metal con el fin de conseguir hacerse con el negocio y la tradición familiar. En 1892 los hermanos González, Julio y Juan, obtuvieron la medalla de oro de la Exposición Internacional de Artes Aplicadas de Barcelona. En cuanto a la composición, está cabeza es solo la parte inacabada de lo que debía ser la escultura entera de Montserrat gritando de la cual se conservan varios dibujos. El pañuelo que envuelve y ciñe la cabeza de la campesina contrasta por su estatismo con la fuerza expresiva del rostro erguido hacia el cielo y de la boca abierta en lo que parece un grito.  La pintura rugosa del bronce confiere a esta creación efectos lumínicos que le dan mayor contundencia y plasticidad.  De esta forma Julio González dota a la obra de un sentido expresivo que huye de la anécdota descriptiva.

En cuanto a su contenido, la cabeza de Montserrat es una obra figurativa qué simboliza la fuerza y el vigor del pueblo español en la lucha contra el fascismo. Refleja de esta forma en primer término el horror provocado por la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, pero va mucho más allá de eso puesto que intenta convertirse en un símbolo del horror y de la desesperación que producen en la población todas las guerras. 

El rictus de la boca y la intensidad de la mirada transmiten al observador con gran acierto los sentimientos del miedo y angustia de la campesina. La mujer ya había estado presente durante los años veinte en la escultura de los novecentistas y en González como recordatorio de la cultura catalana con la tierra. Empezó la obra de la que forma parte está cabeza por propia iniciativa. La familia del artista conservó esta obra hasta que su hija Roberta González lado no en el año 1972 al Museo de Arte de Cataluña. El firme compromiso de Julio González con la democracia la libertad hicieron que expusiera en el pabellón español de la Exposición Universal de 1937 en París la escultura estamos comentando y que junto con el Guernica de Picasso se convirtieron en símbolos de la lucha antifascista.

A principio de los años 30, González se trasladó a París donde conoció a Picasso.  El artista malagueño introdujo el catalán en el lenguaje cubista mientras que este instruyó a su amigo en la técnica de la soldadura autógena y en el trabajo del hierro. Durante la primera mitad de los años 30 predominó la escultura de carácter abstracto en la obra de Julio González pero partir de 1936 y 1937 el motivo de la mujer campesina de campo un gran protagonismo e inspiró algunas de sus creaciones más importantes.  Su retorno a un tratamiento naturalista de la formas alcanza una innegable fuerza expresiva. Julio González explotó conscientemente las posibilidades de un espacio tridimensional que exigía diferentes puntos de vista y superó el tradicional punto de vista frontal 


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