EL TEMPLO EN LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS

 A diferencia de las construcciones religiosas egipcia y grecorromanas, los pueblos precolombinos de América central, representado sobre todo por mayas y aztecas, eligieron sus templos sobre una gigantesca, estructura, piramidal, forma simbólica del cerro, por ellos, considerado el lugar sagrado por excelencia.

Templo de Kukulcán (Chichén Itzá), pirámide de planta cuadrada compuesta por 9 cuerpos escalonados en talud y un templo en la parte superior


Éstas pirámides escalonadas como se las denomina fundamentalmente estaban construidas por numerosas plantas rectangulares en progresión y decreciente hacia la cima, y servirá únicamente de las amiento al verdadero templo, ante el cual se realizaban los sacrificios humanos. El templo propiamente dicho estaba configurado por un edículo En general de dimensiones, muy reducido provisto de una o más puertas, por las que entraba el aire y la luz, ya que carecía de cualquier otro tipo de abertura. Los templos mayas del periodo clásico estuvieron cubiertos normalmente por una bóveda angular, especie de bóveda de cañón, montada sobre pared de circulares que imitaba en la piedra, la techumbre de las chozas, que la época pre clásica sirvieron como recintos sagrados. Sus muros de considerable grosor, de 6 a 7 metros de ancho, soportaban, además el peso de la crestería, maciza o peine que servía de prolongación a la rica ornamentación de la fachada decorada con personajes fabulosos, mitad, dragón y mitad Jaguar, de ojos saltones y grandes orejas, como se observa en Tikal, Copán y Palenque. 

Templo de la Cruz, Palenque

Fue en estas ciudades mayas, donde se desarrolló como en ningún otro lugar, el arte del bajo relieve integrado al conjunto arquitectónico y trabajado sobre piedras y estucos. Son representativas en este sentido, la cabeza de la cripta de la pirámide de las Inscripciones, así como la del Guerrero decapitado.
El acceso a los templos desde la base de las pirámides se practicaba por una empinada escalera que se disponía comúnmente en uno de sus frentes. No obstante, en algunas construcciones como en el castillo o templo de Kukulcán, en el centro de Chichén Itzá, las escaleras se escriben en las cuatro caras. Entre los principales centros ceremoniales de estas culturas mesoamericanas cabe destacar el de Teotihuacán al noroeste de la ciudad de México, cuyo recinto acoge el conjunto de construcciones religiosas más importantes del continente mesoamericano y en el que se hallan las grandiosas pirámides del Sol y de la Luna. La primera, de 64 m de altura, cubre una superficie de 46.000 m², mientras que la segunda de menor tamaño se levanta a una altura de 45 m con una base de 118 × 147 m.

Pirámide del Sol, Teotihuacán

A través de diversas perforaciones realizadas en 1935 en la superficie de estas enormes construcciones se ha podido comprobar que fueron elegidas por sucesivas capas de grandes Adobes cubiertos posteriormente con arcilla y piedra. Ante la pirámide de la luna se abre una extensa plaza a la que desemboca la famosa calzada de los muertos a lo largo, de cuyo recorrido de 2 km de longitud se levantan numerosos templos y grandes complejos ceremoniales. De todos ellos destaca el templo del buen dios Quetzalcoatl o de la serpientes emplumadas donde se desarrolla en todos esplendor el arte de la talla en piedra. De esta elaborada construcción se revelan como magníficas las obras de arte de los friso superpuestos de los que sobresalen del fondo, construido por cuerpo de serpiente las cabezas de la serpiente emplumada en rítmica alternancia junto a la estilización del dios Tlaloc, simbólica figura geométrica construida por dos grandes círculos simétricos. En los flancos de la escalera central, la ornamentación se transforma en cabezas de serpiente, que emergen del collar formado por las plumas de quetzal. Aunque de menor importancia que el anterior sobresale también el centro ceremonial de Tula, actual estado de Hidalgo, que debe su nombre a sus pobladores, los toltecas. En él se halla el templo de Tlahuizapantecuhtli, que significa el lucero del alba o planeta de Venus, en cuya cúspide existió un grandioso templo, presidido por dos columnas en forma de serpiente. En su interior se hallaban los llamados atlantes o colosos de Tula. A modo de columnas, sostenían el techo y dividían el templo en dos cuerpos. Estas monumentales figuras con una altura de 5 m constan de cuatro secciones de piedra unidas entre sí por un sistema de grapas incrustadas en sus caras de contacto. Representan cuatro guerreros miembros de una casta superior a los que, según el mito tolteca, correspondía el privilegio de acompañar al sol en su recorrido por el firmamento, si morían en el campo de batalla. Al último periodo de esplendor maya, pertenece conjunto de edificaciones de la ciudad de Chichén Itzá, donde se levantaban los templos del castillo y el de los guerreros y los que se evidencia una clara combinación de elementos toltecas y mayas. Ante la fachada del templo de los Guerreros del siglo XII se hallan, además de dos monumentales columnas que representan la serpiente emplumada, la típica figura de Chacmool, presidiendo la entrada. Esta escultura que muestra a un hombre reclinado con las piernas flexionadas y llevando en el vientre una especie de vasija sirvió al parecer como altar de ceremoniales religiosos. Cabe contar asimismo entre los centros ceremoniales de mayor relevancia, elegido por la ciudad de Tenochtitlán pocos son los retos que se conservan de la que fuera capital de los aztecas, sobre la que se eligió la actual Ciudad de México.

No obstante, los textos indígenas nos revelan la existencia del templo, dedicado al dios Huitzilopochtli, cuyo santuario se sitúa en lo más alto de la pirámide del recinto que hoy conocemos como templo mayor de Tenochtitlán. Este dios tuvo por misión someter a todas las naciones de la tierra para hacer cautivos con cuya sangre se conservará la vida del sol. Esta creencia se materializó en sacrificios humanos que se practicaban en los templos a los que habían sido capturados en la guerra. Éstas víctimas representaban el papel de los dioses antes de ser sacrificados reviviendo así la antigua hazañas realizada por aquellos que también murieron y dieron su sangre por hacer posible, la vida del sol y durante todo cuanto existiese. El ritual estaba regido por un estricto ciclo sagrado determinado por el calendario

Publicar un comentario

0 Comentarios