LA CULTURA DEL RENACIMIENTO.

Según Max Weber, la cultura se refiere a una red de significados y significantes que se manifiestan en las prácticas materiales o mentales de los individuos en una sociedad.

Examinaremos por tanto la Cultura del Renacimiento y sus diferentes aspectos. En primer lugar, nos adentraremos en el pensamiento humanista, que fue una corriente intelectual importante durante este periodo. También analizaremos la literatura y la ciencia renacentista, que se caracterizaron por un enfoque en la exploración del conocimiento y la expresión artística.

Además, estudiaremos las reformas que tuvieron lugar en el Renacimiento, tanto la protestante como la católica. Estos movimientos religiosos tuvieron un impacto significativo en la sociedad y contribuyeron a cambios en los modelos de comportamiento, la moral y las costumbres.

Por último, examinaremos los enfrentamientos políticos y religiosos que se produjeron durante este periodo. Estos conflictos fueron resultado de las diferencias ideológicas y religiosas entre distintos grupos y tuvieron un impacto duradero en la cultura renacentista.

La cultura del Renacimiento

El Renacimiento fue un movimiento surgido en el ámbito cortesano durante los siglos XV y XVI en Florencia, con el objetivo de recuperar las formas de la cultura grecolatina.

Se considera la antítesis de la Edad Media, según afirmaciones de Michelet. Sin embargo, Eugenio Garin sostiene que el Renacimiento siempre mantuvo vínculos con la Edad Media y que incluso hubo movimientos renovadores antes del propio Renacimiento.

El término "humanismo" está estrechamente asociado al Renacimiento. Este enfoque se caracterizó por el antropocentrismo, que se refleja en el "Discurso acerca de la dignidad del hombre" de Pico della Mirandola, donde se resalta la idea renacentista de la centralidad del ser humano. Además, el humanismo enfatizó el individualismo, la revalorización de las artes y las ciencias, el retorno a las fuentes clásicas, el racionalismo con su pensamiento crítico y la importancia de la razón, el secularismo que resaltaba la vida terrenal, la curiosidad por el mundo, la educación humanista, y un espíritu de optimismo y confianza en el progreso.

El término "humanismo" se originó en el siglo XV para designar a los profesores de Humanidades que enseñaban gramática, poética, retórica o filosofía moral. También sirvió para legitimar a las poderosas repúblicas italianas.

Entre los precursores del Renacimiento se encuentran Petrarca y Boccaccio. Su influencia fue significativa en el desarrollo de la cultura renacentista.

La difusión del Renacimiento se vio favorecida por la invención de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV. Esto dio lugar a la idea de un autor individualizado y un público masivo moderno. Sin embargo, los conflictos entre protestantes y católicos generaron censura en el ámbito literario, evidenciada por la creación de "La Sagrada Congregación del Índice", encargada de listar las obras prohibidas por el cristianismo.

Las academias, potenciadas por los monarcas, desempeñaron un papel importante en la difusión del Renacimiento. Además, la existencia de bibliotecas públicas, como la Real Biblioteca de El Escorial en Madrid y la Biblioteca Laurenciana en Florencia, contribuyó a la difusión de la cultura renacentista. Las universidades también desempeñaron un papel crucial en la propagación del pensamiento humanista y en la adaptación de las antiguas universidades medievales a la nueva realidad.

En el ámbito de la literatura, Dante Alighieri incorporó la cultura clásica a los presupuestos bíblicos en su obra "Divina Comedia". Petrarca estudió la Antigüedad Clásica y Boccaccio desarrolló la novela pastoral propia del Quattrocento. Durante el Cinquecento, se estableció la modernidad y la literatura italiana se popularizó, a pesar de las restricciones y los procesos de herejía inquisitoriales. Ejemplos notables de esta época incluyen "Orlando el Furioso" de Aristo. Además, surgieron obras literarias doctrinales que exploraban la identidad del cortesano, como "El cortesano" de Baltasar Castiglione, que presentaba la idea del "canon del individuo", controlando sus pasiones, su ejercicio, su forma de hablar, sus reacciones y sus gestos. Esto refleja el proceso de domesticación moderno según Norbert Elías.

En el ámbito de la ciencia, los humanistas sentaron las bases del método científico, aunque su desarrollo completo se vio limitado debido a la censura eclesiástica y al rechazo a confrontar las ideas de los clásicos. En ingeniería, destacó la figura de Leonardo da Vinci, y se produjo un avance en la cartografía moderna gracias a Juan de la Cossa, Gerardus Mercator y Abraham Ortelius, quien publicó el primer gran Atlas en 1570, llamado "Theatrum Orbis Terrarum".

En medicina, se llevaron a cabo las primeras disecciones humanas, y en astronomía se produjo un gran enfrentamiento entre los humanistas y los eclesiásticos. Nicolás Copérnico planteó la idea del heliocentrismo, pero sus seguidores fueron perseguidos, y algunos, como Giordano Bruno, fueron condenados a la hoguera. Por esta razón, la Revolución Científica no se inició hasta el siglo XVII, de la mano de Galileo, Kepler y Newton.

Los conflictos religiosos

En el siglo XV, la cristiandad se encontraba dividida y en la necesidad de una reforma profunda en la Iglesia. Surgieron diversos factores que dieron origen a la Reforma Protestante, desencadenando una revolución teológica y social.

En primer lugar, se evidenciaba una crisis tanto filosófica como teológica. Las estructuras dogmáticas y las interpretaciones tradicionales de la fe comenzaron a ser cuestionadas, abriendo la puerta a nuevas ideas y corrientes de pensamiento. Además, la moral del clero se encontraba en decadencia, lo que generaba un profundo descontento entre los fieles.

En este contexto, el misticismo adquirió un mayor protagonismo. Surgieron movimientos como la "Devotio Moderna", que buscaban un retorno a la espiritualidad interna y al rigor en la práctica de la fe. Sin embargo, la ignorancia de los fieles acerca de las doctrinas católicas fue en aumento, dando lugar a la proliferación de supersticiones, ideas milenaristas y misticismo desligado de la enseñanza oficial.

Es en este escenario donde entra en escena Martín Lutero, un fraile agustino influido por San Agustín. Su principal preocupación se centraba en la salvación del ser humano. Al leer la Biblia, se encontró con la frase "El justo se salva por la fe", lo que le llevó a concluir que las buenas obras no importaban, ya que es Cristo quien salva a través de la fe.

En 1520, Lutero publicó "A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre el mejoramiento de la Cristiandad", donde divulgó su mensaje y defendió principios doctrinales clave. Estos incluían la salvación por la fe, la negación del purgatorio, la supremacía de la Biblia como única autoridad religiosa, la negación de la validez de los sacramentos, excepto el bautismo y la eucaristía, y el fortalecimiento del sacerdocio universal.

A su vez, el protestantismo se fragmentó en diversas ramas, como el Anabaptismo, que adoptó una postura revolucionaria negando la propiedad privada y la organización política, y el Calvinismo, destacado por la figura de Calvino y su obra "Institución a la religión cristiana", que se basaba en la supremacía de las Sagradas Escrituras, la indignidad humana, la salvación dependiente de la gracia divina y la validez de solo dos sacramentos.

Por otro lado, la Contrarreforma fue la respuesta de la Iglesia Católica a la Reforma Protestante. Entre 1545 y 1563 se celebró el "Concilio de Trento", donde se tomaron decisiones teológicas importantes. Se afirmó la infalibilidad del Papa, se restituyeron los siete sacramentos, se enfatizó el valor de las buenas obras y se estableció la Vulgata como la única interpretación autorizada de la Biblia. Además, se reorganizó la Iglesia, proporcionando mayor formación teológica al clero, censurando escritos y controlando la iconografía, y creando registros parroquiales para vigilar a los creyentes.

La Contrarreforma también se manifestó en una religiosidad más sentida y vivida, con la incorporación de nuevos actos como romerías y novenarios, buscando una mayor conexión emocional e irracional con la fe.

En resumen, la división de la cristiandad en el siglo XV impulsó la necesidad de una reforma global de la Iglesia. La Reforma Protestante, liderada por Martín Lutero y seguida por otras corrientes como el Anabaptismo y el Calvinismo, planteó una revisión radical de las creencias y prácticas religiosas. En respuesta, la Iglesia Católica implementó la Contrarreforma, reafirmando sus dogmas y reorganizando su estructura para enfrentar los desafíos de la época.

Los enfrentamientos políticos y religiosos del siglo XVI marcaron un período tumultuoso en Europa. Diversos actores y conflictos surgieron en diferentes regiones, desafiando el poder establecido y transformando el panorama religioso y político de la época.

En el caso de Carlos V y los príncipes alemanes, se produjo una rebelión de los Caballeros en 1522, seguida de la Guerra de los Campesinos en 1525. Estos levantamientos fueron apoyados por Martín Lutero y su Reforma, que trascendió el ámbito religioso para involucrarse en la política. La Reforma se convirtió en una causa defendida por los príncipes alemanes, lo que complicó los intentos de Carlos V por mantener la unidad del Imperio Universal Cristiano. En 1531 se creó la Liga Smalkalda, que expandió el luteranismo por los Países Bajos, Moravia, Bohemia y los países escandinavos, desafiando aún más la autoridad de Carlos V. La paz no se lograría hasta 1555 con la firma de la Paz de Augsburgo, que estableció la igualdad entre católicos y protestantes y marcó la victoria del protestantismo alemán.

En Inglaterra, Enrique VIII desafió a la Iglesia romana y estableció el Anglicanismo como respuesta a la negación del Papa de concederle la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. Esta ruptura con Roma tuvo motivaciones políticas y personales, ya que Enrique deseaba un heredero varón y Catalina era tía de Carlos V, quien tenía influencia sobre el Papa Clemente VII.

En los Países Bajos, Carlos V intentó unificar las 17 provincias, pero se enfrentó a una fuerte resistencia debido a la inestabilidad política y religiosa, el autoritarismo real y la crisis económica. Su hijo Felipe II envió al Duque de Alba para sofocar los levantamientos, creando el Tribunal de los Tumultos y aumentando los impuestos. Sin embargo, la resistencia persistió y la Unión de Utrecht, formada por los protestantes, se alió con Francia e Inglaterra en la Coalición de Greenwich de 1596. La paz solo se lograría en 1648 con la Paz de Westfalia, que confirmó la independencia del norte protestante bajo el dominio hispánico.

En Francia, las Guerras de Religión, que tuvieron lugar entre 1560 y 1599, fueron impulsadas en parte por la oposición de los nobles al poder real y encontraron en el protestantismo un fundamento para su resistencia. Tras la muerte de Enrique II, el poder real se debilitó y su sucesor, Francisco II, implementó una represión religiosa. Luego, Catalina de Médicis adoptó una política más tolerante en lo religioso y se promulgó el Edicto de Ambroise en 1562, que permitía la libertad de culto a los protestantes fuera de París. Sin embargo, la violencia se intensificó durante el reinado de Carlos IX y culminó en la Matanza de San Bartolomé, donde miles de hugonotes fueron asesinados. La lucha continuó con Enrique de Anjou, quien firmó el Edicto de Beaulieu en 1576, otorgando libertad de culto a los protestantes en todo el reino excepto en París. Esta medida generó malestar en los católicos, que formaron la Liga Católica bajo el liderazgo de Enrique de Guisa. El conflicto persistió hasta que Enrique de Navarra, también conocido como Enrique de Borbón y líder de los hugonotes, fue nombrado heredero tras la muerte de Enrique III.

Estos enfrentamientos políticos y religiosos del siglo XVI dejaron una profunda huella en la historia europea, reconfigurando el mapa religioso y político de la época y dejando un legado de tensiones y divisiones que perdurarían por generaciones.

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