LA ARQUITECTURA DE DEFENSA: EL CASTILLO

En la Alta Edad Media, la inseguridad de las fronteras europeas y las razzias enemigas, que venían de lejos y asolaban constantemente las poblaciones, hicieron necesario la construcción de estructuras defensivas. Estas empezaron a tomar su forma característica y su significación feudal hacia el siglo X, alcanzando su mayor desarrollo en Normandía. Es en esta región donde se han hallado los ejemplos más antiguos de fortificaciones, como por ejemplo la reconstruida en el montículo de Abinger, en Surrey (condado del Reino Unido, en Inglaterra), en la que se evidencia cómo hasta mediados del siglo XII estas construcciones se erigieron principalmente en madera. Sobre un montículo de tierra artificial se elevaba una torre central rodeada por una empalizada. Cabe destacar que la torre fue el primer elemento defensivo por excelencia, utilizada para la vigilancia y como elemento de comunicación entre las diversas poblaciones. Durante el siglo XI, estos primitivos castillos de madera, fáciles de incendiar, fueron paulatinamente sustituidos por edificaciones en piedra. De planta cuadrada o circular, constaban por lo general de un patio, por el que se accedía a un gran vestíbulo, de las cocinas, la capilla y las dependencias privadas del castellano o señor, que solían estar situadas en la zona mejor defendida del castillo.

Castillo de Cascasona. 

A veces estas dependencias se comunicaban entre sí por escaleras de madera que podían destruirse en caso de peligro inminente. En la plaza de armas se elevaba la Torre del homenaje, la más alta y fortificada de todas en el conjunto.

Castillo de Manzanares el Real, S. XV, Madrid. De planta cuadrada, su estructura se realza por la rica decoración almenada que corona la parte superior de la muralla y las torres


En el perímetro exterior se alzaban las murallas, que disponían de dos elementos indispensables: las aspilleras o saeteras, estrechas aberturas con fuerte derrame en el interior practicadas en el muro, utilizadas para disparar desde dentro; y los baluartes y las torres, ambas obras de fortificación que se situaban en los ángulos de la muralla. Las primeras se caracterizaban por ser de forma pentagonal, mientras que las torres se alzaban sobre una planta cuadrangular o circular. A los pies de la muralla, casi siempre se excavaba un profundo foso, cruzado únicamente por un puente levadizo que correspondía a la entrada principal. El acceso por esta puerta, a veces única en todo el perímetro de la muralla, estaba defendido por la barbacana, pequeña fortaleza flanqueada por torres o torreones, con una sólida puerta y una verja de hierro que recibe el nombre de rastrillo. El foso era inexistente en aquellos castillos, que aprovechando las condiciones naturales del terreno se elevaban en altos riscos y peñas, convirtiéndose en moradas casi inexpugnables. Ejemplo de ello son los famosos castillos cátaros de Peyre Pertusse, Queribus y Montségur.

El castillo cátaro de Peyre-Pertuse (s. XIII), en la región de Les Corbières. Es uno de los ejemplos más notables de reductos inexpugnables encaramados en la cima de una montaña.

En su conjunto, el castillo se fortalecía además con otros recintos amurallados, llegando en algunos casos a haber hasta tres series de murallas que se reforzaban por diversas construcciones. En este sentido cabe destacar los matacanes aspillerados, especie de galería saliente y continua sostenida por ménsulas, que se situaba en lo alto de las torres y murallas. Construida en madera, en el suelo se practicaban aberturas que permitían observar y hostigar al enemigo. También se disponían en los puntos salientes de las murallas los llamados garitones, torrecillas de fábrica o de madera, con ventanas alargadas y estrechas, que servían para proteger a los centinelas. Otro elemento importante fue la albarrana, torre situada fuera del recinto fortificado que se comunicaba con él por puentes o arcos de fácil destrucción en caso de que fuera tomada por los enemigos. También podía estar adosada a la muralla a modo de fuerte baluarte y de mayores dimensiones que las demás. El castillo contaba por último con el donjón, torre con salida al exterior para facilitar la huida a sus defensores.

Con las cruzadas, la construcción de castillos se extendió al Próximo Oriente, donde se erigieron entre otras las fortalezas de Marjab, Kalat Sahyun y el Krak des Chevaliers. En esta última se puede observar la típica disposición de estas fortalezas, con dos murallas concéntricas aderezadas con torres y separadas por un gran foso, estructura que posteriormente influiría en los castillos europeos, tales como los de Carnarvon y Conway en Gales y los de Coca y Turégano en Segovia (España). Con la disminución del peligro de las invasiones (siglos XIV y XV), los castillos fueron perdiendo poco a poco su utilidad defensiva. Fue por esta razón que las zonas con una rica ornamentación gótico-mudéjar, obra de Juan Guas, y sus torres almenadas, y el de Coca, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar mudéjar en Castilla la Vieja.

Castillo gótico-mudéjar de Coca, en la actualidad restaurado.

Erigido en el siglo XV, se compone de dos murallas almenadas con torreones en voladizo: el de Turégano, reconstruido en el siglo XV, que conserva en la actualidad su doble muralla almenada flanqueada por torres de planta circular y un torreón; el de Villena, del que se destaca su formidable torreón obra del siglo XV, y el de la Mota, situado en las inmediaciones de Medina del Campo (Valladolid). Construido por Juan II en 1440, es una construcción de planta rectangular, cuya muralla se cierra en sus ángulos con potentes torres cilíndricas. Está considerado una de las muestras más representativas de la arquitectura militar en la península Ibérica.

Castillo de la Mota, en las inmediaciones de Medina del Campo (Valladolid). Mandado construir por Juan II en 1440, fue residencia de la corte castellana y en él murió la reina Isabel la Católica. Sobresale de su estructura la torre del homenaje, en cuyo interior se hallan salones abovedados de influencia morisca.


Dedicadas a vivienda, alcanzaron un gran desarrollo, intensificándose el confort y el lujo de las estancias. Con la aparición de la artillería, el castillo desapareció como construcción de defensa, aunque algunos de sus elementos pervivieron en los edificios palaciegos del Renacimiento y Barroco. En el siglo XIX, la atracción por lo medieval que sintieron los ar quitectos románticos llevó a la reconstrucción idealista de algunas de estas fortalezas. Un claro ejemplo de ello es el castillo de Windsor en Inglaterra. En Castilla, la construcción de castillos estuvo fundamentalmente vinculada a la Reconquista. Son importantes el castillo de Manzanares el Real, mandado construir por el duque de Mendoza en el siglo XV, del que se destaca su fachada sur.

Castillo de Windsor, Inglaterra


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