"PRIMEROS PASOS" (VINCENT VAN GOGH)

El repertorio pictórico de Vincent van Gogh es tan diverso como singular. Y dentro de él, hay obras que llaman irremediablemente la atención por su excepcionalidad. Es el caso de "Primeros pasos", un cuadro que actualmente se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York y que difícilmente pasa desapercibido para el espectador a pesar de sus reducidas dimensiones.




A simple vista, la humilde escena refleja una un acto agradable y simpático como son los primeros pasos de un bebé en compañía de sus padres. Pero, ¿de dónde le viene a van Gogh la idea de reflejar un acto tan adorable?

Para entenderlo debemos contextualizar el momento en el que fue realizada la obra. Corría el año 1890 y el pintor estaba interno en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy tratando de sobreponerse a una de las muchas crisis que le afectaron durante su vida. Este encierro le supone una falta de libertad, y con ella una limitación de modelos sobre los que inspirarse para seguir pintando.

Fue entonces cuando optó por tomar como referencia las obras de Jean-François Millet, un artista que van Gogh admiraba notablemente tal y como reflejan las cartas escritas con su puño y letra:

"Me gustaría mucho ver reproducciones de Millet en las escuelas, creo que hay niños que se convertirían en pintores si vieran cosas tan buenas" (Carta 607, Saint-Rémy, 19 de septiembre de 1889)

Hasta un total de 21 estampas de Monet utilizó van Gogh para readaptarlos a su pintura y lenguaje artístico. Una de ellos fue la obra que a la que hacemos alusión. Al parecer fue el propio Vincent van Gogh el que se enamoró de ella en 1859 durante la Gave Sale de París.

Si bien es cierto que otros artistas como Rembrandt o los del siglo XV trataron de reproducir esta escena con algunas variables (con el Niño Jesús tratando de caminar hacia la Virgen María), esta es tal vez una de las versiones más sentimentales.

A todo ello se le une una casualidad que no debemos obviar, y es que mientras van Gogh se encontraba realizando esta obra, estaba esperando el nacimiento de su sobrino Vincent. Así es: su hermano Theo y Johanna esperaban un bebé y es posible que van Gogh aprovechase esta coyuntura para reinterpretar la obra de Millet. De hecho así se lo hace saber a su hermano en otra de sus cartas:

"Ahora estás inmerso en la naturaleza, Jo (Johanna) ya siente que su hijo se mueve, esto es mucho más interesante incluso que los paisajes y me alegro mucho que las cosas hayan cambiado tanto para ti. ¡Qué hermoso es ese Millet, los primeros pasos de un niño!" (Carta 661, Saint-Rémy, 25 de octubre de 1889).

De esta forma el cuadro ha tenido hasta tres lecturas distintas. Las dos primeras ya han sido descritas (un homenaje a la obra de Millet y un obsequio a su hermano Theo con motivo del nacimiento de su hijo), pero hay incluso quienes han querido ver también un cierto sentimiento de añoranza por un sentimiento que nunca llegó a alcanzar: ser padre.

Plásticamente la obra muestra el singular lenguaje pictórico del artista. El color cobra especial relevancia y la atmósfera, especialmente cálida casa con la temática expuesta; el calor de la familia y más especialmente el afecto de unos padres hacia su hijo. El interés de los padres por ver los primeros pasos de su hijo es tal que dejan de lado sus enseres de trabajo (él la pala y la carretilla y ella la ropa tendida al sol).

Un detalle interesante son los arbustos que envuelven la escena. Son arbustos que presentan una misma gama cromática excepto una colorida mata que hay tras el bebé. ¿Es esto un guiño de van Gogh a la explosión de alegría y vivacidad que transmite la niñez de un niño? Es bastante probable que así sea.

Los contornos oscuros que se aprecian en las figuras también forman parte del quehacer del pintor y son una reminiscencia a los tan admirados grabados japoneses. El rostro facial de los trabajadores, curtidos en el campo son un rasgo identitario, mientras que la postura, el entorno y los gestos trabajan al unísono para aplicarle un dinamismo a la escena y una emoción extraordinaria. Los surcos de la tierra, que solo se rompen por la pala arrojada sobre ella, sirven indudablemente para focalizar la atención sobre la figura del pequeño.

No sabemos si finalmente van Gogh quedó satisfecho con esta obra (recordemos que Vincent Willem Van Gogh, bisnieto de Theo, el hermanísimo del pintor, confiesa que "le llevó cinco años hacer un primer cuadro del que estuviera moderadamente satisfecho"), pero lo cierto es que estamos ante uno de los cuadros más afectuosos de toda su trayectoria.

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