LA VIGEN DE LAS ROCAS, LEONARDO DA VINCI. COMENTARIO

En esta magistral obra del maestro Leonardo da Vinci podemos ver a la Virgen en el centro de la composición. A su derecha, san Juan Bautista, a quien resguarda en cierto modo bajo su túnica. A su izquierda, el Niño Jesús sentado sobre una roca acompañado por un ángel músico que le posa cariñosamente la mano sobre la espalda. Da la sensación que tanto la mano como los pies de Jesús están inacabados, pero esto precisamente es uno de los rasgos más característicos de la pintura de Leonardo da Vinci. Tanto la Virgen como los dos niños presentan una corona dorada de color rojo brillante, un elemento que sirve para diferenciarlos del ángel.



Otro de los elementos más destacados de este cuadro es el paisaje, un paisaje en el que se adivina una suerte de gruta que supone la excusa perfecta para desarrollar la perspectiva que tanto le gustaba al artista. Es un lugar en cierto modo imaginario, incluso las rocas parecen proceder de una especie de mundo extraño, algo que le otorga un cierto caracter onírico a este óleo sobre tabla. Tenemos la sensación de estar ante una extraña obra, mística, y no excesivamente resigiosa.

Cabe destacar también el surgente juego de miradas que se genera entre los personajes, gracias al cual se equilibra la composición del cuadro y ninguno de ellos gana en sobresaliente notoriedad respecto al resto. Es cierto que solo Jesús es el que mira hacia el cielo, algo que puede significar que todos los personajes apuntan hacia cosas terrenales mientras que el Niño Jesús lo hace hacia el ámbito celestial.

En cuanto a otros elementos destacados, tal vez solo las flores que aparecen bajo San Juan Bautista le otorgan un cierto aire humano a la composición. Por su parte, el rostro de Jesús es muy llamativo ya que parece mucho más maduro de lo que realmente se entiende por la cara de un bebé.

Esta obra forma parte de otros tres paneles elaborados para la iglesia de San Francesco Grande de Milán. Estaban destinados a una capilla dedicada a la figura de la Inmaculada Concepción. La pintura de la National Gallery de Lonres es la segunda versión que el artista realizó. Probablemente la compuso para reemplazar otra obra (hoy en el Museo del Louvre de París) que Leonardo vendió porque la cofradía que la encargó se negó a pagarle lo que pedía.


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