Decía Renoir que "La obra de arte debe cautivarte, envolverte, arrastrarte. Es el medio por el que el artista transmite sus pasiones, es la corriente que emite la que te arrastra"
Esta interesante obra de Renoir titulada "Los paraguas" fue hecha en dos etapas diferentes, y esto es algo que se puede apreciar a simple vista. La parte derecha del cuadro en la que aparece una madre acompañada por sus dos hijas está realizada al modo impresionista. En cambio el resto de la composición está plasmada siguiendo una técnica que bebe de otro artista: Cézanne. Todo apunta a que Renoir hizo la primera parte allá por 1881 o 1882, posteriormente interrumpiría su trabajo y años más tarde lo retomaría. Por esta cuestión las diferencias entre estas dos zonas son tan evidentes.
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| Los paraguas, Renoir, 1883, National Gallery |
En este caso Renoir nos presenta a una gran cantidad de personas transitando por las calles de París durante un lluvioso día. Esta escena le sirve al pintor para demostrar su maestría a la hora de tratar los problemas de perspectiva y movimientos de masas.
No debemos olvidar que a finales del siglo XIX muchos artistas se inspiraron en grabados japoneses del siglo XVIII para realizar sus composiciones, por eso en este caso el tema de los paraguas se ha querido relaiconar con las sombrillas representadas en algunos de aquellos grabados.
Como curiosidad, cabe señalar que la niña que aparece a la derecha del espectador lleva un original abrigo con cuello y puños de encaje y un gracioso sombrero que enmarca su rostro. A nuestra izquierda, otra mujer de mediana edad levanta su falda para que no se le moje con el agua acumulada en la calle. Algunos afirman que esta mujer (que por cierto, es una mujer real, pues se trata de la modelo y artista Suzanne Valadon) es el prototipo de belleza femenina del artista. Además otros personajes son claramente conocidos: al fondo a la izquierda está Edmond, hermano de Renoir, y a la parte izquierda su amigo Paul Lhote.
Es un cuadro muy interesante por lo dicho anteriormente, pero además de una complejidad técnica notable, ya que cada todos ellos realizan movimientos diferentes en un espacio abigarrado. Algunos han querido ver en esta obra un mensaje claro de Renoir hacia la incomunicación de la sociedad del momento, en la que cada individuo se mantiene ajeno a lo que hacen los demás.
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