Darío de Regoyos (1857-1913) fue uno de esos artistas que trabajó de forma excepcional cuestiones como la originalidad cromática, los efectos atmosféricos o el tratamiento de la luz. Y siempre o hizo mostrando la España más descarnada, la España negra, lo que hace que su pintura sea una gran novedad a finales del siglo XIX.
Guitarrista, Retrato del pintor Darío de Regoyos, por Théo van Rysselberghe, 1882, Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. |
Y es que desde joven, Regoyos se escapó de los formalismos y de las restricciones impuestas para desarrollar de forma libre su arte. Enrique Fernández, gran amigo y a su vez violinista y director de orquesta, en su libro de memorias, habla de Darío como un tipo que contradijo a su padre en su deseo de ser arquitecto u optase por una formación científica. Habla incluso de algunas anécdotas, como aquella en la que dice que en su adolescencia tuvo que estrenar un chaqué con sombrero que le había regalado su hermana para acudir a una reunión familiar, y antes de ponérselo lo arrugó y lo ensució para que nadie notase que lo había estrenado y por su puesto para que no lo tomaran por alguien “que sigue las reglas”
El Bidasoa, Regoyos |
Darío de Regoyos se inició en el mundo del arte con Carlos de Haes, y con él empezó a trabajar el dibujo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y pronto se dio cuenta de cuál era su verdadera vocación: el paisaje, tan denostado por aquel entonces. Pero pronto se dio cuenta de la presión que sufrían en España los autores consagrados y mas aun por la Academia, por lo que decidió irse a Bélgica, donde se formaría en la especialidad de dibujo en el Real Academia de Bellas Artes de Bruselas de la mano de Can Sevendonck, y más especialmente en paisaje junto a Joseph Quinaux a quien había ido recomendado por el mismo Carlos de Haes.
De esta forma empiezan a fusionarse en su pintura dos temáticas que emplearía de forma mayoritaria y que conformaron su forma de entender el paisaje, que iría acompañando de la presencia humana o animal según la escena. Cabe subrayar además su formación como retratista, muy completa y que dio como resultado retratos y temas de interiores de enorme calidad. Pero su razón de ser siempre fue el paisaje.
1857. Darío de Regoyos nace en Ribadesella, Asturias.
1880. Se matricula en Bellas Artes.
1882. Primera exposición en el Salón Anual de L’Essor
1886. Comienza a pintar temas de la España “negra”.
1890. Salón Les XX de Bruselas y Salón des Independants, París.
1905. Viaja junto a Pío Baroja dos meses por Andalucía.
1908. Expone por primera vez en Londres en la New Gallery de Regent Street.
1913. Muere en Barcelona el 29 de octubre.
Joseph Quinaux solía decir a sus alumnos que le gustaba dejar a Regoyos que pintase solo, en el campo, junto a su guitarra, para que luego pudiese volver con obras originales y audaces que ningún otro artista era capaz de hacer. Fue Quinaux quien entendió las verdaderas inclinaciones de Regoyos, fue su maestro y quien le aconsejó que solo tuviese como referencia la naturaleza y que siempre le fuese fiel.
Ingresó en el círculo L’Essor (El Vuelo) de forma transitoria hasta que colaboró para formar Les XX, un círculo rompedor con las normas del momento, que estaban enfocadas al ámbito burgués y académico. Y fue esto lo que enriqueció verdaderamente su formación postacadémcia.
Se empapó de la forma de entender el arte de los belgas de primera línea, entre los que había grandes amigos suyos, como James Ensor, Guillaume Vogels, Théo van Ryselberghe, Willy Scholbach o Frantz Charlet. Todos ellos tenían en común el uso de la espátula, por lo que Regoyos también la usó desde comienzos de 1880 hasta los primeros años de la década de 1890.
Fue la espátula precisamente lo que le permitió captar las impresiones instantánea, los efectos de luz y alejarse de las precisiones que el pincel obliga. Algunos de sus temas principales fueron la puesta y salida de sol, los días nublados, los aguaceros y vendavales o las escenas nocturnas. Por ello prefirió la espátula al pincel, aunque también debemos decir que durante esta época los retratos también forman parte de su repertorio ya que su temática y su factura no fueron cerradas, es decir, no desarrolló en exclusiva una temática o género excluyendo por completo otros.
Formato
Otro aspecto a tener en cuenta es el tamaño de sus obras. Cuando formaba parte del grupo Les XX (1884-1893), los críticos de la prensa conservadora de Bruselas cargaron contra el tamaño reducido de las obras de aquellos artistas, por lo que se obligó a pintar obras de grandes formatos para los salones del círculo. Por este motivo son más frecuentes las obras de mayor tamaño durante esos primeros años. Sin embargo las obras de gran tamaño no casaban con la forma de entender el arte de Darío de Regoyos, ya que eso le obligaba a encerrarse en su estudio cuando él lo que deseaba era estar frente a la naturaleza, como le decía Quinaux, y captar así las manifestaciones naturales que se producían. De esta forma con el paso de los años las obras de pequeño formato, más fáciles de transportar, irán ganando en notoriedad. Tampoco encontramos numerosos bocetos para convertir luego a pinturas definitivas.
Árboles y bueyes, Regoyos, 1902. |
La España negra
En cuanto a la temática es innegable que los paisajes fueron su esencia artística, concretamente aquellos que contiene efectos de luces, pero también desarrolló otro estilo digno de mención: la pintura filosófica, casi simbolista, que trabajó durante muchos años y que desembocó en sus famosas series de la España negra. Durante los primeros años en Bélgica cuajó una enorme amistad con el poeta Émile Verhaeren, algo que reforzó su trabajo. Ya en el año 1882 visitaron España Théo van Rysselberghe, Frantz Charlet, Constantin Meunier acompañado de su hijo, el grabador Karl Meunier y el crítico de arte Lucien Solvay acompañados de Darío de Regoyos, quien recogería palabras muy duras de sus acompañantes en relación a las corridas de toros y el folclorismo español, que demostraban un sentimiento contrario a la frívola forma de ser que se tenía de España en el extranjero. Consideró Regoyos que había otra España que había que enseñar: la España austera, tradicional, religiosa, trabajadora y sufrida.
Víctimas de la fiesta, Regoyos, 1894 |
Luz de Castilla
«Para pintar aquellos campos parece que hace falta una nota de luz que sirva de dominante, como el último rayo rojizo o anaranjado que forme sus complementarios u oposiciones azules, y si es invierno una luz solar algo eléctrica de un amarillo limón con sus complementarios violáceos. Hace falta, en fin, una luz de tinta muy marcada que haga cantar el conjunto entonado aquellos pardos incoloros y muertos. No siendo así Castilla es antipictórica, sin sol, porque no dice nada; todo es de coloración neutra y con sol elevado, porque la paleta es impotente para reproducir aquellas vibraciones de luz tan brutal y tan blanca». (Regoyos)
Plaza de Segovia, Regoyos, 1882, Museo de Bellas Artes, Bilbao |
Regoyos siempre se mostró en contra de la visión de la “España de pandereta, castañuelas, mantillas y toreros” porque según él, bajo ella subyacían una serie de valores importantes que no se ponían sobre la mesa. Coincidía en esto con Verhaeren y despertó en este las ganas de visitar el país para conocer la otra cara. En 1888 hicieron un viaje por España que terminaría con la publicación en la revista belga L’Art Moderne de una serie de artículos donde plasmaban sus impresiones y que diez años más tarde reutilizaría Regoyos para realizar su libro sobre la España negra. Verhaeren volvería a España de nuevo en 1901 para hacer una segunda visita, esta vez acompañado de su mujer.
Una de las más importantes obras de esta serie fue Noche de difuntos de 1886, donde se puede ver el cementerio de Polloe de San Sebastián al anochecer donde una serie de mujeres cuidan las tumbas y hacen compañía a sus seres queridos difuntos.
Otra obra también singular de este período es Las hijas de María, de 1891, que por cierto fue propiedad del escultor Paco Durrio, y en la que plasma un grupo de mujeres de negro con escapulario de madrugada esperando la salida de la Virgen de una iglesia de San Sebastián. Se trata de una serie dedicada a la pesadumbre y al dolor, así como también al esfuerzo social, con la mujer como mejor testimonio. Óleos, pasteles, acuarelas, dibujos y grabados fueron algunas de las técnicas empleadas durante esta etapa, donde no dejó de lado otra serie de trabajos luminosos, pinturas siguiendo la técnica del puntillismo y trabajos impresionistas.
El puente de El Arena, 1910 |
Regoyos por tanto criticó lo socialmente aceptado, como las corridas de toros, pero poco a poco el número de obras de esta naturaleza fue cayendo hasta prácticamente desaparecer en 1897 tras ser asesorado por el mismo Camile Pissarro. Y fue Pisarro, que era amigo de Regoyos y mayor que él, quien además se ofreció para hablar con el popular galerista Durand-Ruel para que le acogiese en sus exposiciones y en sus salas.
Y es que tal fue la decepción posterior de algunas de las obras que había hecho sobre la España negra que incluso llegó a destruir físicamente algunos óleos de gran tamaño, como La confesión o Muerte de un capitán a su regreso de Cuba, ambas reproducidas en su primera versión de su libro España negra. Es cierto que continuó pintando algunos cuadros de esta temática, pero de un modo muchísimo más esporádico. Terminó España negra en 1898 y lo puso a la venta en 1899. Algunas de estas obras posteriores que conectan con el tema son Viernes Santo en Castilla, de 1904 y Madrugada del Viernes Santo en Orduña, de 1903.
Viernes Santos en Castilla, Regoyos, 1904, Museo de Bellas Artes, Bilbao |
Puntillismo
Otro de los estilos trabajados por Regoyos fue el puntillismo. Empezaría allá por 1887, año en el que escribe a Octave Maus, gestor del círculo Les XX:
“Querido Octave: yo también he probado con la pintura prismática sin mezclar a golpe de punta de pincel. Te cuento que no he visto la obra de Seurat y que he pintado una obra muy interesante para Les XX. En realidad para competir con Théo. No importa, en cualquier caso creo que retomaré mis principios y que volveré a mezclar los colores con la espátula. Te mando L’Art Moderne, a cambio te pido que envíes en mi nombre una carta a Seurat al domicilio de la señora Berthe de Silvy: rue Daru n.º 1, Faubourg Saint-Honoré”.
De este escrito podemos extraer su interés por pintar con un estilo puntillista sin haber visto siquiera a Seurat y que su amigo Théo ya estaba metido de lleno en él. Théo entraría en este estilo no solo por la amistad con Seurat y Signac, sino también porque su hermano Octave van Ryssekberghe, ingeniero lumínico en Bruselas, se encargó de explicarle con detalle la teoría del divisionismo. Algo determinante para que Regoyos se introdujese en el puntillismo fue que algunos miembros de Les XX se decidieron por este estilo siguiendo la estela de Seurat. De hecho Seurat llegó a exponer con ellos en 1887, donde presentó Un dimanche à la Grande-Jatte, de 1884, su obra cumbre, causando gran expectación. También lo hizo varios años más tarde, en 1899, 1891 y finalmente en 1892, como homenaje tras su muerte en 1891. Otros artistas ayudaron a esta evolución en el seno de Les XX, como Paul Signac, que participaría como artista invitado en las exposiciones de 1888 y 1890, hasta hacerse miembro de este grupo en 1891. Para el propio Regoyos esto suponía un paso entre el preimpresionismo y el postimpresionismo y del mismo modo estar en la vanguardia del arte. El estilo puntillista fue rechazado por los ortodoxos belgas, por lo que Regoyos y los demás fueron de nuevo el foco de las críticas, pero para la historia del arte de España fue un paso clave, pues fue el único pintor puntillista “en tiempo real” y que formó parte del mismo grupo de pintores puntillistas reconocidos por Seurat. Su obra puntillista empezó a ser expuesta en 1892, 1893, 1894 y 1895. Entre sus obras cabe destacar La calle de Alcalá, Paseo de Alderdi Eder, Plage de la Mediterranée y Las redes.
Las redes, Regoyos, 1893 |
Es cierto que no perteneció mucho tiempo en el grupo de los puntillistas, pero es simplemente porque este estilo no le permitía pintar al aire libre ya que el tiempo de ejecución de una obra siguiendo ese estilo era muy superior y le obligaba a quedarse en el estudio, aunque entendió que emplearlo de forma esporádica en sus obras le ayudaría a conseguir texturas y matices de luz, por lo que decidió no abandonar por completo esta técnica.
Salida del sol en Granada, Regoyos, 1911, Museo de Bellas Artes, Bilbao |
A partir de 1897 Regoyos se inclinó por el Impresionismo y esto afectó definitivamente a su pincelada (uso continuado del pincel), a los colores (destacando los malvas entre el resto) y ofreciendo en definitiva obras de extraordinaria calidad, muy justas en su representación de la naturaleza. Siempre quiso establecer una relación entre el paisaje y la figura humana, así como realizar interiores y retratos, experimentando incluso una evolución simplista de las figuras , como vemos en obras como Mercado de Dax.
Su presencia en exposiciones más allá de las fronteras españolas no decayó y aunque dejó de ser miembro de Les XX mantuvo el contacto con galeristas y pintores belgas y franceses, algo que le permitió estar al día en cuestiones artísticas. Con el paso de los años redujo su círculo de influencia a solo unos pocos, como Théo van Rysselberghe o Émile Verhaeren, que entonces vivían en París y visitaba en los viajes motivados por su participación en algunas exposiciones como Les Indépendants, el Salón D’Automme, en las Galerías Durand-Ruel, en la Galería Silberberg o en la Galería Druet.
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