EL DESPOTISMO ILUSTRADO

Carlos III de España, por R. Mengs

A lo largo del siglo XVIII, el absolutismo real unido a las teorías racionalistas origina el llamado «Despotismo Ilustrado», una combinación entre las viejas estructuras y las nuevas ideas: el absolutismo abandona su justificación por derecho divino y se justifica en la obligación moral que tienen los monarcas de conseguir la felicidad de sus súbditos. El Despotismo Ilustrado fue una renovación administrativa y económica en muchos países europeos, y permitió la intervención de la burguesía en la administración del Estado en detrimento de los privilegiados, el clero y la nobleza. Los ilustrados se convierten así en los nuevos consejeros de los monarcas y dan lugar a una nueva clase política: los funcionarios, los administradores del Estado. Estos nuevos funcionarios ilustrados intentarán modificar la sociedad desde el poder, utilizando la razón como instrumento. La frase que define su política es: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». Los gobiernos denominados «déspotas ilustrados» facilitaron la intervención de la burguesía en política por medio de la administración del Estado. Los monarcas ilustrados tenían como fin el progreso y la felicidad de su pueblo por lo que pusieron en macha una serie de reformas en diversos ámbitos:

  • En el ámbito administrativo, establecieron un control muy centralizado a cargo de funcionarios burgueses.
  • En la economía, promulgaron leyes liberalizadoras del comercio y fomentaron la realización de grandes obras públicas
  • En la educación, favorecieron la educación secundaria, construyeron centros de enseñanza y crearon sociedades científicas y Academias.
  • En el ámbito social, casi todas sus actuaciones estuvieron impregnadas de un ideal humanitario: buscar soluciones para paliar las necesidades de sus súbditos.
  • En la religión, intentaron limitar y controlar el poder de la Iglesia, confiscando algunas de las propiedades eclesiásticas para enriquecer las arcas del Tesoro. Como consecuencia de las teorías ilustradas, por ejemplo, los jesuitas serán perseguidos, siendo acusados de injerencia en los asuntos del Estado. La razón de esta persecución venía dada por las ideas antiabsolutistas de algunos teóricos jesuitas, como Belarmino, quien sostenía la teoría de que el papa, por ser el jefe espiritual de la Iglesia, tenía un poder político indirecto: podía destituir a un monarca hereje y permitir que sus súbditos se revelasen. Frente a esta opinión, Juan de Mariana argumentaba que el poder real nacía del pueblo y que el Estado tenía la obligación de atender su bienestar. Entre 1759 y 1768, los jesuitas serán expulsados de los principales países europeos.

Si bien todos los monarcas ilustrados llevaron a cabo políticas similares, no todos siguieron una misma línea de gobierno:

En Austria, José II (1765-1790) fue definido como «el filósofo coronado». Se le puede considerar el monarca ilustrado por antonomasia: abolió la servidumbre, decretó la igualdad fiscal, nombró directamente a las autoridades locales y proclamó un edicto que garantiza la libertad de culto. En

España, Carlos III (1759-1788) se rodeó de hombres ilustres como Aranda, Jovellanos y Campomanes (ya anteriormente, como rey de Nápoles, había mantenido contactos con diversos ilustrados). Impulsó la colonización de Sierra Morena, creó academias militares, reorganizó la Marina, estimuló la creación de «Sociedades Económicas de Amigos del País», expulsó a los jesuitas de los territorios hispanos y suavizó el monopolio mercantilista con las colonias americanas decretando el «Reglamento de Libre Comercio».

En Prusia, Federico II (1740-1786) fue amigo personal de Voltaire. Escribía en francés y era aficionado a las ciencias y a las artes, fomentó la tolerancia religiosa, promovió la instrucción pública y abolió la tortura. Sin embargo, siguió manteniendo el mercantilismo y no se enfrentó a los privilegios de la aristocracia de los junkers.

En Rusia, Catalina la Grande (1762-1792) trató de modernizar la legislación y la administración del Imperio. Construyó escuelas y asilos y apoyó las academias científicas. La tolerancia religiosa que imperaba en su reino posibilitó el refugio de muchos jesuitas que habían sido expulsados de otros países europeos. Mantuvo muy buenas relaciones con destacados ilustrados como Voltaire y D'Alambert. Ofreció asilo a Diderot para que finalizara La Enciclopedia. Sin embargo, tras los sucesos de la Revolución Francesa, rompió sus relaciones con los ilustrados.

G. BARUDIO, La época del absolutismo y la Ilustración: 1648-1779. Madrid. 1983. G. BRUNETTO PALADINO. El absolutismo. Madrid, 1979. A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Sociedad y Estado en el siglo XVII. Barcelona, 1976. M. FELDMAN, El siglo XVII. Madrid, 1979. P. GOUBERT, El Antiguo Régimen: I, La Sociedad; II, Los poderes. Madrid. 1979-1980. P. HAZARD, El pensamiento europeo en el siglo XVII. Madrid, 1958. G. RUDÉ, Europa en el siglo xviI. Madrid, 1978. 

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