FRANQUISMO

 Introducción:

El período conocido como franquismo, que abarcó desde 1939 hasta la muerte de Francisco Franco en 1975, se caracterizó por ser una dictadura personal en la que Franco concentraba todos los poderes del Estado. El origen y el final de este acontecimiento histórico son difíciles de precisar, ya que cada suceso tiene sus raíces en eventos anteriores, formando una cadena interminable. Como menciona el escritor Javier Cercas, la historia se asemeja a la materia en el sentido de que nada se crea ni se destruye, sino que se transforma.

El franquismo se sustentó en tres pilares fundamentales que le otorgaron apoyo y estabilidad durante su régimen. En primer lugar, la Iglesia desempeñó un papel crucial al convertirse en la principal aliada del régimen en el ámbito internacional. La Iglesia católica brindó su respaldo moral y político a Franco, lo que fortaleció su legitimidad tanto dentro como fuera de España.

En segundo lugar, el Ejército fue otro pilar fundamental del franquismo. Franco estableció un estrecho vínculo con las fuerzas armadas, quienes le fueron leales durante todo su mandato, especialmente en los últimos años. Esta lealtad militar fue esencial para mantener la estabilidad del régimen y reprimir cualquier disidencia.

En tercer lugar, la Falange fue el partido oficial del franquismo y, a pesar de perder influencia gradualmente, mantuvo un control total sobre los grupos sociales. La Falange, liderada por José Antonio Primo de Rivera antes de la Guerra Civil, defendía una ideología nacionalista y tradicionalista que encajaba perfectamente con los principios del régimen franquista. Aunque su influencia disminuyó con el paso del tiempo, la Falange continuó siendo un instrumento de poder utilizado por Franco para mantener el control sobre la sociedad.

Además de estos pilares, el franquismo contó con el apoyo de la oligarquía agraria, financiera e industrial del bando Nacional durante la Guerra Civil. Estas élites económicas respaldaron al régimen debido a la estabilidad y las ventajas económicas que les proporcionaba. Asimismo, parte de la oligarquía vasca y catalana también brindó su apoyo al franquismo, aunque esto no significaba que todas las regiones de España estuvieran igualmente comprometidas con el régimen.

En resumen, el franquismo fue una dictadura personal que se apoyó en la Iglesia, el Ejército y la Falange como pilares fundamentales. Además, recibió el respaldo de diversas élites económicas y políticas. La complejidad de este período histórico radica en su origen multifacético y su influencia en la sociedad española, dejando un legado que aún se hace sentir en la actualidad.

El primer período del franquismo, que abarcó desde 1939 hasta 1959, estuvo marcado por una política interior y exterior en constante evolución. Al principio, el franquismo se alineó abiertamente con el fascismo, principalmente debido al "Pacto Antikomintern" o "Tratado contra la Internacional Comunista" firmado en 1939 entre Japón y la Alemania nazi. Este tratado buscaba proteger a las naciones firmantes de la amenaza representada por la Internacional Comunista liderada por la Unión Soviética.

Durante este período, el Ministro del Interior fue Serrano Súñer, cuñado de Franco, quien desempeñó un papel destacado en la creación de la División Azul. Esta división consistía en voluntarios españoles que lucharon junto a los alemanes en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial.

En términos de política interna, se destacó la creación del Fuero del Trabajo en 1938. Este fuero establecía un sindicato único de naturaleza vertical, siguiendo el modelo de la Carta Italiana del Lavoro de 1927. El objetivo era regular las relaciones laborales y controlar los sindicatos, consolidando así el poder del régimen.

En 1943, después de la derrota de Italia en la guerra, España se declaró neutral en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Tras la caída de Alemania en 1945, Franco comenzó a distanciarse del modelo fascista y se inició una etapa de transición hacia un modelo monárquico autoritario. Se promulgaron el "Fuero de los Españoles" y la "Ley de Referéndum Nacional" con el fin de mostrar internacionalmente la desvinculación de España del fascismo derrotado.

En 1945, Juan de Borbón, heredero al trono, firmó el Manifiesto de Lausana, reivindicando una transición hacia una monarquía constitucional. Sin embargo, Franco se mantuvo firmemente en el poder y proclamó a España como un reino con la Ley de Sucesión a la Jefatura de Estado de 1947.

A pesar de los intentos de cambiar la imagen del régimen, el franquismo fue condenado por la ONU en 1946 y se le impusieron barreras para beneficiarse del Plan Marshall de 1947 y la integración en la OTAN. Sin embargo, la Guerra Fría cambió la situación.

Estados Unidos vio en España un lugar estratégicamente importante en su lucha global contra el comunismo. Esto favoreció la firma de los Pactos de Madrid en 1953, mediante los cuales España otorgó a Estados Unidos una serie de bases militares a cambio de ayuda económica. Estos pactos representaron la mayor cesión de soberanía española a un país extranjero a lo largo del siglo XX.

El reconocimiento de Estados Unidos fue respaldado por un Concordato con el Vaticano, lo que abrió las puertas al reconocimiento internacional y puso fin al aislamiento diplomático de España.

Finalmente, España logró ingresar a la ONU, el FMI y la OECE en 1955, lo que obligó a Franco a apartarse definitivamente de los restos del falangismo que aún quedaban en las instituciones. Este proceso de apertura y búsqueda de reconocimiento internacional marcó un cambio significativo en la política exterior del primer franquismo.

Durante el período del primer franquismo, se implementó una política económica de autarquía como parte del sistema antiliberal impulsado por el régimen. Esta autarquía consistía en buscar la autosuficiencia económica en un contexto de aislamiento internacional. Para lograrlo, se tomaron medidas como el control de precios y la producción, así como la creación de monopolios estatales en sectores estratégicos, regulados a través del Instituto Nacional de Industria. Algunos ejemplos de estos monopolios fueron ENDESA, RENFE e IBERIA.

Además, se estableció el Instituto Nacional de Colonización en 1939, con el objetivo de desarrollar nuevos cultivos en áreas de cuencas y vega baja mediante la construcción de embalses, presas, pantanos y canales. Uno de los destacados proyectos en este sentido fue el Plan Badajoz, promovido por Rafael Cavestany. Sus objetivos eran convertir a los campesinos en empresarios, impulsar la industrialización de las regiones y construir centrales hidroeléctricas.

Según el estudio "Extremadura saqueada" de 1978, realizado por Ruedo Ibérico, los resultados del Plan Badajoz fueron la instalación de 7.000 familias, el riego de 96.000 hectáreas y la repoblación de 68.500 hectáreas. Sin embargo, es importante destacar que la asignación de las parcelas era provisional, y hasta que el beneficiario no pagara el importe correspondiente, la propiedad seguía perteneciendo al Instituto Nacional de Colonización.

Otra medida implementada durante este período fue la implantación del sistema de cartillas de racionamiento con cupones. La escasez de alimentos y la miseria de la posguerra llevaron a una nueva dieta. Alimentos como el café, la carne o la fruta fresca eran considerados productos de lujo y solo estaban al alcance de aquellos que podían acceder al mercado negro. El hambre se extendió a nivel nacional y las pocas industrias de consumo se encontraron en una situación precaria.

Durante el período del primer franquismo, la oposición al régimen y la represión fueron una realidad constante. Entre 1936 y 1945, se estima que unas 150.000 personas fueron ejecutadas. El sistema penitenciario se vio desbordado y se aplicó de manera masiva un código militar de guerra, según señala Gutmaro (2017).

Además, se extendieron los campos de concentración o de reeducación, según la terminología utilizada por el franquismo. En estos campos, el trabajo forzado era una constante y se consideraba que el castigo era algo necesario. Casanova señala que en la posguerra se buscaba una "paz civil" en la que la aniquilación del bando vencido era una prioridad.

Para institucionalizar la represión, el régimen franquista creó leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas, la Ley de la Represión de la Masonería y del Comunismo, y la Ley de Seguridad del Estado. Estas leyes tenían como objetivo perseguir y castigar a aquellos considerados como enemigos del régimen.

A pesar de la represión, la resistencia al franquismo siempre estuvo presente en diversas formas. Una de ellas fue la figura del maquis, guerrilleros que decidieron ocultarse en las montañas y bosques después de la guerra, bajo la coordinación del Partido Comunista de España (PCE). Estos grupos de guerrilleros llevaron a cabo acciones de resistencia contra el régimen, aunque se enfrentaron a una fuerte represión por parte de las fuerzas franquistas.

Durante el período del segundo franquismo, que abarcó desde 1959 hasta 1975, se produjeron importantes transformaciones tanto en el ámbito económico como en el sociocultural.

Ante la delicada situación económica del país, Franco recurrió a tecnócratas como Juan Sardá y Navarro Rubio para implementar el Plan de Estabilización Económica de 1959. Este plan se vio beneficiado por la disponibilidad de mano de obra barata y sin protección sindical, así como por la concesión de privilegios a industrias extranjeras. Así dio comienzo la etapa conocida como "Desarrollismo".

El turismo de "sol y playa" se convirtió en uno de los sectores más dinámicos durante este período, especialmente después de la llegada de Manuel Fraga al Ministerio de Información y Turismo. Se implementaron además los Planes de Desarrollo a partir de 1942, con el objetivo de mecanizar la agricultura y promover el desarrollo en las zonas no industrializadas, aunque el país seguía siendo dependiente del exterior en gran medida.

A su vez, se produjo un notable crecimiento demográfico y un éxodo rural hacia las grandes ciudades, lo que generó áreas urbanas hiperdegradadas y con carencias en servicios básicos.

La apertura económica impulsó también una transformación cultural. Surgieron propuestas como "Cuadernos para el diálogo", que buscaban difundir el ideario democristiano y el consenso propio del régimen. Aunque de forma tímida, comenzó a emerger una clase media, aunque con una clara afiliación social.

El nivel de vida experimentó cierta mejora, y esto se reflejó en la popularización de servicios y bienes de consumo, como el teléfono, la lavadora, la nevera y el automóvil SEAT 600. Sin embargo, la cultura del ocio se veía limitada por la censura impuesta por el régimen.

Durante el segundo franquismo, se produjeron importantes cambios en la evolución institucional, así como un aumento de la conflictividad social y la oposición política.

Una de las destacadas transformaciones institucionales fue la promulgación de la Ley Orgánica del Estado en 1966, la cual tenía como objetivo estructurar al régimen bajo una apariencia pseudodemocrática. Sin embargo, la represión institucional continuó, y se creó el Tribunal de Orden Público en 1963, encargado de juzgar actos considerados ilícitos, como la asociación ilegal, la propaganda ilegal y los desórdenes públicos.

En 1969, con el avance de la vejez de Franco, Juan Carlos de Borbón fue proclamado heredero del Reino de España y su sucesor. A pesar de esto, la represión institucional persistió. Las transformaciones de los años 70 incrementaron los conflictos sociales, especialmente debido a la Ley de Convenios Colectivos, que dejaba en manos de los empresarios el salario y las condiciones de trabajo.

En este contexto, surgieron organizaciones como CCOO (Comisiones Obreras), el Sindicato Español Universitario y la Agrupación Socialista Universitaria. Además, se llevó a cabo el Contubernio de Múnich, donde la oposición española en el exilio se reunió por primera vez con el objetivo de pedir la disolución del régimen y el establecimiento de una España democrática. Sin embargo, muchos de los participantes en el congreso fueron encarcelados o desterrados al regresar a España.

Es importante destacar la presencia de grupos terroristas que buscaban poner fin al franquismo, como ETA (Euskadi Ta Askatasuna), el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y el GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista del Primero de Octubre). Estos grupos llevaron a cabo acciones violentas en su lucha contra el régimen.

Durante el tardo-franquismo, se produjeron varios acontecimientos que marcaron un punto de inflexión en el régimen. El Escándalo Matesa de 1969, que afectó a tecnócratas del Opus Dei, generó un importante revuelo y puso en evidencia la corrupción y los problemas económicos del régimen.

Poco después, en 1973, el presidente del gobierno, Carrero Blanco, fue asesinado por ETA en la conocida como "Operación Ogro". Fue sucedido por Carlos Arias Navarro, quien anunció el derecho de asociación política, lo que generó una escisión entre los franquistas aperturistas, liderados por Pío Cabanillas, y los franquistas búnker, liderados por José Utrera.

Mientras tanto, la oposición política se estaba reagrupando. El Partido Comunista de España (PCE) lideraba la Junta Democrática, una plataforma de oposición antifranquista. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Felipe González, se desvinculó del marxismo y lideró la Plataforma de Convergencia Democrática.

El 20 de noviembre de 1975, Franco falleció a los 83 años, dejando un régimen en agonía y sumido en una profunda crisis económica y política. Aunque Franco intentó asegurarse de que todo quedara "atado y bien atado", como mencionó Arias Navarro, la sensación de incertidumbre sobre el futuro del país era evidente.

En ese momento, se produjo un importante cambio en el panorama político español, con la llegada de la transición hacia la democracia y la instauración de la monarquía parlamentaria con Juan Carlos I como rey.

En agosto de 1976, Juan Carlos I nombró a Adolfo Suárez como presidente del gobierno, quien buscó una vía intermedia para reformar el franquismo y construir un sistema democrático. Su tarea fue compleja, ya que tuvo que levantar el edificio de la democracia sobre las ruinas de la dictadura franquista, como señala Javier Cercas.

Entre las medidas destacadas durante este periodo se encuentra la aprobación de la Ley de Reforma Política, que permitió la legalización de los partidos políticos. Los principales partidos en ese momento fueron la Unión de Centro Democrático (UCD), encabezada por Suárez y compuesta por miembros aperturistas, y Alianza Popular (AP), de orientación derechista y liderada por Manuel Fraga.

En las elecciones de 1977, la UCD obtuvo la victoria, seguida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). La primera tarea propuesta fue la elaboración de una Constitución, para lo cual se conformó una comisión constituida por miembros de UCD, PSOE, AP, Partido Comunista de España (PCE) y Minoría Catalana.

En las elecciones de 1979, la UCD volvió a ganar, pero debido a las presiones y la inestabilidad política, Suárez se vio obligado a dimitir. Fue sucedido por Leopoldo Calvo-Sotelo, cuya investidura tuvo lugar el 23 de febrero de 1981, fecha conocida por el intento de golpe de Estado protagonizado por un grupo de guardias civiles.

Javier Cercas destaca la habilidad de Suárez para desmantelar el franquismo y construir la democracia, pero también señala que tuvo dificultades para administrar la democracia que había creado. Esta etapa marcó el inicio de la transición hacia la democracia en España.

En el año 1977, Adolfo Suárez consideró necesario redactar una ley de amnistía para los presos políticos, lo que se celebró como un pacto de reconciliación entre los bandos enfrentados durante la Guerra Civil. En este contexto, el historiador Santos Juliá destacó que la diferencia entre amnistía y amnesia radica en la posibilidad de hablar del pasado y buscar la reconciliación en lugar de olvidarlo por completo.

Además, en 1977 se firmaron los Pactos de Moncloa, impulsados principalmente por el economista Fuentes Quintana. Estos pactos propusieron diversas medidas, entre las que se incluían la devaluación de la peseta para mejorar la balanza de pagos, la cobertura de los gastos de la Seguridad Social a través de la Hacienda Pública, la aprobación de la Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), la financiación de la construcción de escuelas públicas, el fin del fuero militar y la garantía de derechos de asociación política, reunión y libertad de expresión.

Los principales firmantes de los Pactos de Moncloa fueron Adolfo Suárez por el Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo por la UCD, Felipe González por el PSOE, Santiago Carrillo por el PCE, Enrique Tierno Galván por el Partido Socialista Popular, Josep Maria Triginer por el PSC, Joan Reventós por Convergencia Socialista de Cataluña, Juan Ajuriaguerra por el PNV, Miquel Roca por Convergència i Unió, y Manuel Fraga por Alianza Popular, quien no suscribió el acuerdo político, pero sí el económico.

A pesar de estos avances en el proceso de transición, es importante destacar que la transición no fue completamente pacífica. Existía la presencia de grupos terroristas, como se evidencia en la Matanza de los abogados de Atocha en 1977, en la que un comando de extrema derecha asesinó a cinco personas y dejó varios heridos en un despacho de abogados laboralistas del PCE y CCOO.

Algunos de los grupos terroristas destacados durante ese periodo fueron Guerrilleros de Cristo Rey, Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), Batallón Vasco Español, ETA, FRAP y GRAPO.

Asimismo, es importante mencionar el intento de golpe de Estado del 23-F, liderado por Antonio Tejero, mientras se llevaba a cabo la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. Este evento es considerado uno de los sucesos más opacos de la historia reciente en España. Javier Cercas, en su obra "Anatomía de un instante", destaca que en aquel invierno se respiraba en el país una atmósfera de golpe de Estado, y el servicio de inteligencia tenía información suficiente sobre las tramas golpistas como para prever lo que finalmente sucedió el 23 de febrero de 1981.

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