P. IBÉRICA - DOMINACIÓN ROMANA

 La Península Ibérica, situada en el extremo suroeste de Europa, ha sido testigo de una larga y fascinante historia. A lo largo de los siglos, diversas civilizaciones han dejado su huella en esta región, configurando su desarrollo social, económico y cultural. Desde las primeras llegadas humanas hasta la conquista romana, la historia antigua de la Península Ibérica está repleta de cambios y transformaciones que han dejado un legado duradero.

Paleolítico

El Paleolítico es una etapa prehistórica que se divide en tres periodos: Inferior, Medio y Superior. Durante esta época, los seres humanos vivían como cazadores-recolectores, dependiendo de la naturaleza para su subsistencia. A continuación, exploraremos cada uno de estos periodos.

Paleolítico Inferior:

El Paleolítico Inferior se sitúa aproximadamente entre 800.000 y 250.000 a.C. Durante esta época, se produjo la llegada de los primeros homínidos, conocidos como 'Homos', desde África. Este periodo también coincidió con períodos interglaciares, momentos en los que las condiciones climáticas eran más favorables y que propiciaron la búsqueda de zonas más aclimatadas.

La Península Ibérica fue uno de los destinos de estos primeros homínidos. Los primeros vestigios de su presencia se remontan a hace unos 800.000 años, y uno de los lugares más destacados donde se han encontrado importantes hallazgos es la Sierra de Atapuerca, reconocida como "Patrimonio de la Humanidad". En este sitio se han descubierto alrededor de 80 fósiles humanos, junto con herramientas y objetos de la industria lítica. Los paleoantropólogos Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro han estudiado estos hallazgos y han concluido que pertenecen al Homo Antecessor, una especie ancestral de los neandertales que representa una evolución del Homo ergaster.

En cuanto a la cultura material de este periodo, se reconocen dos principales: la Cultura de los Guijarros, que se caracteriza por la elaboración de útiles líticos tallados por una sola cara, y la Cultura Achelense, que se distingue por la talla de útiles líticos por ambas caras.

Paleolítico Medio:

El Paleolítico Medio abarca desde aproximadamente 250.000 hasta 35.000 a.C. Durante este periodo, los neandertales se convirtieron en los principales representantes humanos de la Península Ibérica. Los neandertales eran descendientes del Homo Antecessor y se adaptaron de manera excepcional a las duras condiciones de la glaciación de Würm.

La cultura más destacada del Paleolítico Medio en la Península Ibérica es la Cultura Musteriense. Se caracteriza por una gran diversidad de útiles líticos, como raspadores y buriles, utilizados para diversas actividades. Además de su desarrollo tecnológico, los neandertales también tenían creencias espirituales y vivían en abrigos y cuevas.

La forma de vida de los neandertales era nómada, alternando zonas de caza con asentamientos estacionales cerca de los ríos. Algunos de los restos más importantes de esta época incluyen los cráneos encontrados en Gibraltar y los restos de industria lítica en las vegas de los ríos Alagón y Jerte, en la zona de Galisteo en Extremadura.

Paleolítico Superior:

El Paleolítico Superior se desarrolló aproximadamente entre 35.000 y 10.000 a.C. Durante este periodo, hubo una mejora significativa en la industria lítica y los seres humanos comenzaron a habitar en cuevas de forma más permanente.

En esta etapa, se produjeron las primeras manifestaciones artísticas, tanto en forma de arte mobiliar como de arte parietal. El arte mobiliar se refiere a objetos portátiles decorados, como bastones de mando y estatuillas, siendo las famosas "Venus" uno de los ejemplos más destacados. El arte parietal se encontraba en las paredes de las cuevas y destacan las representaciones artísticas en la zona cantábrica, como la Cueva de El Castillo y Atamira, así como en Extremadura, en la Cueva de Maltravieso, en Cáceres. Estas manifestaciones artísticas muestran la creatividad y habilidades simbólicas de los seres humanos de la época.

Mesolítico:

El Mesolítico es un periodo que se sitúa a partir del 7.000 a.C. y se considera una transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Durante esta etapa, se produjeron importantes cambios en la sociedad y la cultura debido a sucesos clave, como el cambio climático.

Uno de los sucesos más significativos fue el cambio climático, que tuvo un impacto importante en la vida de las comunidades mesolíticas. Con el cambio climático, la caza comenzó a decaer y muchos de los grandes mamíferos desaparecieron de la región. Además, los hielos se retiraron en la Península Ibérica, lo que afectó la disponibilidad de recursos naturales.

En cuanto a la sociedad, durante el Mesolítico se desarrolló una cultura que se encontraba a medio camino entre los depredadores del Paleolítico y las sociedades productivas del Neolítico. Las comunidades mesolíticas adoptaron una economía más productiva y se hicieron sedentarios en aquellos lugares donde había recursos disponibles. Un ejemplo notable de esto son los concheros del Muge, en Portugal, que son montículos de conchas y otros restos arqueológicos que evidencian una vida sedentaria y la explotación de los recursos marinos.

En el arte, una de las características más destacadas del Mesolítico son las pinturas parietales de Levante. Estas pinturas, encontradas en cuevas y abrigos rocosos, representan escenas de caza, danza y animales. En su estilo inicial, estas pinturas eran de carácter naturalista, pero a medida que avanzaba el Mesolítico, evolucionaron hacia figuras más estáticas. Esta transición se observa en la pintura esquemática, que es propia del Neolítico. Un ejemplo de esta transición se puede apreciar en las pinturas de Monfragüe, en la región de Extremadura.

Neolítico:

El Neolítico es un periodo que se extiende aproximadamente desde el 10.000 hasta el 8.000 a.C. Su nombre literalmente significa "piedra nueva" y se caracteriza por el uso de herramientas de piedra pulimentada en lugar de la tallada, lo que evidencia avances en las técnicas de trabajo de la piedra.

El cambio más significativo del Neolítico es que el ser humano dejó de ser simplemente un depredador para convertirse en agricultor y ganadero. En lugar de depender exclusivamente de la caza y la recolección, las comunidades neolíticas comenzaron a cultivar plantas y criar animales, lo que les permitió establecerse en asentamientos más permanentes.

En la Península Ibérica, el Neolítico se divide en dos fases principales:

Primera fase: se desarrolló alrededor del quinto milenio a.C. Durante esta etapa, se observa la cerámica con decoración impresa, conocida como Cerámica Cardial, que se caracteriza por utilizar conchas de moluscos para estampar diseños en la cerámica. Algunos de los yacimientos más importantes de esta fase se encuentran en la Sierra de Montserrat, en Cataluña, y en las Cuevas de Nerja, en Málaga. La expansión del Neolítico en la Península Ibérica se produjo a través de una "oleada de avance" desde la zona de Levante hasta Andalucía y Portugal.

Segunda fase: se desarrolló a finales del cuarto milenio a.C. Durante esta fase, se observa una nueva cultura conocida como "Sepulcros de Fosa". Se caracteriza por rituales funerarios interesantes, como enterramientos individuales en fosas excavadas en el suelo formando necrópolis. Un ejemplo destacado de esta cultura se encuentra en el Poblado de la Casa de Lara, en Alicante. Esta fase del Neolítico está estrechamente relacionada con la cultura agrícola y marca la consolidación de las comunidades neolíticas en la Península Ibérica.

Megalitismo:

El megalitismo se refiere a la construcción de estructuras monumentales y funerarias utilizando grandes piedras. En la Península Ibérica, el megalitismo tuvo su origen en el Neolítico y se desarrolló en varias regiones.

Existen dos tendencias principales en el megalitismo ibérico: el origen occidentalista y el origen orientalista. El origen occidentalista se encuentra en Portugal y en la región fronteriza de Extremadura. Por otro lado, el origen orientalista se relaciona con la influencia del megalitismo proveniente del Mediterráneo oriental.

Se identifican diferentes grupos megalíticos en la Península Ibérica. El Grupo 1, que se desarrolló desde el tercer milenio a.C. hasta el Calcolítico, se encuentra principalmente en el sureste peninsular, con un ejemplo destacado en Almería, conocido como "Cultura de los Millares". Esta cultura se caracteriza por su interés defensivo, la presencia de necrópolis, viviendas circulares y una organización social compleja.

El Grupo 2 está asociado al megalitismo occidental y se encuentra en regiones como Huelva, Portugal y Extremadura. El Grupo 3 destaca por el megalitismo de Antequera, con monumentos de gran tamaño y monumentalidad, como los ejemplos de Menga y Romeral.

La Edad del Cobre:

En el año 1800 a.C., se produce una nueva oleada orientalizante en la Península Ibérica, dando lugar a una nueva cultura conocida como la "Cultura de Las Cuevas". Se encuentra abundante material cerámico en la zona alrededor de Plasencia, y se pueden encontrar ejemplos de vasos campaniformes en el centro peninsular. Esta cultura se distribuye de manera notable en toda Europa, lo cual es llamativo.

Durante esta etapa, se observa una diversidad cultural. En Extremadura, se han encontrado algunos restos de esta época en el yacimiento de La Pijotilla. Otro ejemplo es la cultura argárica, que se establecía en zonas elevadas y trabajaba el bronce con notable maestría. Los ajuares encontrados hablan de diferencias de riqueza dentro de la sociedad. La base de la economía de estas culturas era la agricultura y la ganadería. La cultura argárica entra en decadencia alrededor del 1400 a.C.

En la zona de Galicia, se desarrolla la cultura de "Los Castros", la cual está relacionada con el comercio de estaño con Inglaterra.

En las Islas Baleares, se desarrolla la cultura "Talayótica", que es muy característica y se distingue por la presencia de diferentes tipos de estructuras como los talayots, las taulas y las navetas.

El final de la Edad del Bronce se considera un "puente" entre la Prehistoria y la Protohistoria, ya que es un momento de contacto entre las culturas alfabetizadas y los pueblos indígenas.

La Edad del Hierro:

Durante el período de la Edad del Hierro en la Península Ibérica (900-218 a.C.), encontramos la presencia de diferentes pueblos, como los fenicios, griegos y cartagineses. Es un tiempo de convivencia entre los rasgos autóctonos de las culturas nativas y la influencia cultural exterior.

En esta época, se introducen importantes novedades, como el uso del hierro, el uso del torno alfarero para la creación de piezas en masa, y los primeros textos escritos en lengua íbera, aunque aún no han sido descifrados. También es el momento en el que se utiliza por primera vez el término "Península Ibérica", mencionado por Heródoto en referencia a las "míticas tierras orientales".

Los principales pueblos prerromanos en la Península Ibérica son los tartessos, cuyo origen se sitúa en Asia Menor y que se asentaron en lugares como Huelva, Sevilla, Cádiz y Extremadura. Destacaron por su escritura de valor silábico, su actividad agrícola, ganadera y de explotación minera. Sin embargo, entraron en decadencia debido al agotamiento de los recursos mineros. Un yacimiento destacado de los tartessos es Cancho Roano, un palacio-fortaleza utilizado para actividades comerciales y transacciones de minerales.

Los íberos, cuyo término fue acuñado por Estrabón, se extendían por la zona de Levante y el sur peninsular. Eran un conglomerado de pueblos rivales entre sí, con recintos amurallados y necrópolis donde se practicaba la incineración. Su economía se basaba en la agricultura, ganadería, artesanía y minerales. La sociedad íbera tenía una organización política estatal con un sistema de gobierno monárquico y planos urbanísticos regulares.

Los célticos estaban ubicados en el centro, norte y oeste de la Península Ibérica. Destacaron en la metalurgia, la cerámica del torno y la práctica de la incineración. Vivían en construcciones fortificadas llamadas "castros" y tenían una economía ganadera y nómada con escaso comercio exterior. La sociedad céltica se basaba en una fuerte jerarquización social y otorgaba gran importancia a la guerra. Sus principales manifestaciones artísticas incluyen los verracos, como los Toros de Guisando en Ávila.

La etapa de colonización:


En el primer milenio a.C., diferentes pueblos, como los fenicios, griegos y cartagineses, se establecieron en la Península Ibérica con el objetivo de comerciar y asegurarse el control de las riquezas mineras. Los fenicios fueron atraídos por las riquezas de los tartessos y fundaron importantes ciudades como Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga) y Sexi (Almuñécar) para asegurar el comercio y la ruta de los metales. Los fenicios también realizaron aportaciones culturales a los pueblos indígenas, como el alfabeto fenicio, el sistema decimal, los cultivos de la vid y el olivo, y sistemas de construcción de ciudades. Sin embargo, entraron en decadencia en el siglo IV a.C. tras la caída de Tiro ante los babilonios.


Los griegos llegaron a la Península Ibérica para participar en el comercio de metales y siguieron la ruta de las islas del Mediterráneo occidental. Fundaron la ciudad de Massalia (Marsella), que fue clave en su establecimiento definitivo. Los griegos crearon su propia industria, moneda y difundieron su alfabeto, arte e industria artesanal entre las poblaciones íberas.


Los cartagineses estuvieron presentes en la Península Ibérica entre los siglos VI y III a.C., principalmente en Ebusus (Ibiza), un gran centro comercial estratégico en las rutas navales. Aprovecharon la caída de los fenicios para colonizar y controlar el comercio del Mediterráneo. Sin embargo, tuvieron conflictos bélicos con los romanos, que estaban en pleno crecimiento y desarrollo, y finalmente desaparecieron.


La conquista romana:


En el año 266 a.C., se firmó el "Pacto del Ebro" entre Cartago y Roma, dividiendo la Península Ibérica en dos zonas de influencia. En el año 219 a.C., Publio Cornelio Escipión entró por Ampurias para acabar con el conflicto de Sagunto, pero los romanos fueron derrotados. Sin embargo, en ese mismo año, Publio Cornelio Escipión (hijo), también conocido como "El Africano", ingresó y logró la victoria. Tomó Cartago Nova y derrotó a los cartagineses en la Batalla de Ilipa, marcando el final de la Segunda Guerra Púnica y convirtiendo a Hispania en una provincia romana.


En el año 197 a.C., Hispania se dividió en dos provincias: Citerior y Ulterior. El proceso de romanización comenzó a dar sus frutos, conquistando las Baleares, construyendo calzadas y fundando colonias.


En cuanto a las tumbas más comunes, se encuentran los sepulcros megalíticos, como los dólmenes de Valencia de Alcántara, el sepulcro corredor de Lácara y la galería cubierta de Magacela.


Durante este período, se observa un empobrecimiento en el desarrollo de herramientas líticas y se encuentran piezas mucho más pequeñas, lo que se conoce como "microlitización". También se produce un intercambio cultural y predominan los dibujos de animales de forma sorprendentemente naturalista en los techos y paredes de los yacimientos.


En el año 27 a.C., Octavio Augusto reestructuró Roma, cambiando el nombre de la provincia "Citerior" a "Tarraconense provincia imperial". La provincia "Ulterior" se dividió en dos: Bética y Lusitania. En el año 19 a.C., se completó la conquista incorporando los territorios astures y cántabros.


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