Y DE SEGUNDO, PIERNA DE OSO...

Carlos V se fue a Yuste a preparar su encuentro con Dios, decía.

Lo primero que hizo el nietísimo de los Reyes Católicos cuando llegó a Extremadura fue rodearse de los Master Chefs del momento: cocineros, salseros, bodegueros, reposteros e incluso cerveceros. Quería a los mejores y los quería cerquita.

Crónicas como las de Roger Aschman nos revelan la voracidad del emperador cada vez que se sentaba a la mesa: buey cocido, cordero asado o liebre guisada acompañada "por no menos de un litro de vino del Rhin por vez" eran la tónica habitual de un día cualquiera. Y eso que tenía la gota...


Sabemos también que cuando el antojo apretaba, mandaba traer de Asturias una buena pierna de oso, perdices de Gama o salchichas de Flandes o en su defecto, de Tordesillas.

Tenía lo que quería, y lo tenía al momento. Prueba de ello es que entre sus comidas favoritas estaban las ostras frescas. Frescas. En una España de interior en la que apenas había caminos empedrados podía permitirse el lujo de mover -nunca mejor dicho- carros y carretas para tenerlas a demanda.

Y es que los cronistas coinciden: Carlos era incapaz de tener el estómago vacío. Tal vez por eso siempre tenía a mano un jamón , pero no uno cualquiera, sino un jamón procedente de "cerdos recluidos en cerrados que se alimentaban especialmente de víboras y culebras".

Para hacernos una idea de lo que allí se servía, tenemos que pensar que solo para el almuerzo se le preparaban no menos de una veintena de platos. Casi nada. Solo le superaban los veinticinco platos del Papa Paulo IV.

La ostentación por la comida era normal. Se cuenta por ejemplo que en una ocasión el Conde de Benavente obsequió a Felipe II y su esposa a una merienda compuesta por más de quinientos platos.



Pero mención especial merece su gusto por la bebida. Los testimonios hablan de que "vaciaba la copa una cinco veces por comida" y jamás comía sin un vino seco en la mesa, aunque lo cierto es que su perdición siempre fue la cerveza. De hecho en la ribera del Manzanares construyó la que se considera la primera fábrica de de cerveza de España. 

La popularidad creciente de esta bebida aumentaría con los años, aunque por aquel entonces los españoles la repudiaban hasta el punto de decir que "hacían falta diez años para habituarse a ella, es inverosímil que alguien saque gusto de semejante brebaje".

Quién iba a pensar que siglos más tarde España entraría en el ranking de los países en los que más cerveza se consume o que el grupo Heineken comercializaría "El Legado de Yuste" en su honor.

Cosas de la historia.

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