EL BOSCO: UN ARTISTA A CABALLO ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

Siglo XVI. En Europa, un nuevo mundo asoma. El Bosco inmortaliza la inquieta moral de la época con un estilo único, mediante un mundo alegórico y simbólico, pero también perturbador.

¿Qué ve, Jerónimo, tu ojo atónito? / ¿Qué palidez de tu rostro? / ¿Ves ante ti a los monstruos y fantasmas del infierno? / Diríase que pasaste los lindes y entraste en las moradas / del Tártaro, pues tan bien pintó tu mano cuanto existe / en lo más profundo del averno

Epigrama de Dominicus Lampsonius, reproducido en el grabado de Cornelis Cort con el supuesto retrato de El Bosco



LA CIUDAD DEL PINTOR

Mercado de telas de Bolduque con las casas del Bosco y su familia a la derecha, hacia 1525, Museo del Brabante Septentrional, Bolduque.

La obra de Hieronymus Bosch, más conocido como El Bosco, ofrece un conjunto infinito de criaturas fantásticas y visiones oníricas que casi estremecen al observarlas, consiguiendo de alguna forma introducir al espectador en una atmósfera atroz. La marcada personalidad del artista lo llevó a crear un mundo figurativo propio, alejado del realismo de sus contemporáneos flamencos y que es un fiel reflejo de la moral religiosa centroeuropea a comienzos de la Edad Moderna.

Extracción de la piedra de la locura, El Bosco, 1501-1505, Museo del Prado (Madrid). Un falso cirujano estafador, con un embudo sobre su cabeza, extrae la piedra de la locura de su paciente

El Bosco era originario de 's-Hertogenbosch, también conocida como Bois-le-Duc o Bolduque en español. Aunque vivió y trabajó toda su vida en esta ciudad de la región de Brabante, en España se le conoció siempre como el Bosco. Bolduque, una de las ciudades más destacadas de los Países Bajos borgoñones con una población de alrededor de 20.000 personas, tenía un carácter más rural y provinciano, ya que no era una ciudad de corte como Bruselas, ni una sede arzobispal como Amberes, ni albergaba una universidad como Lovaina. Su prosperidad se debía a su posición como centro de una región agrícola, y su plaza del mercado era un lugar de encuentro para los agricultores de la región que venían a vender sus productos y ganado.

La ciudad era un hervidero de actividad religiosa, evidenciada por la creación de numerosos monasterios y conventos. La fe era una parte integral de la vida cotidiana de los habitantes, quienes participaban activamente en las diversas celebraciones religiosas y cada gremio veneraba a su santo protector. Hieronymus Bosch, a pesar de su importancia, es un personaje enigmático debido a la escasez de documentos que lo mencionan. Las pocas referencias existentes se encuentran en los archivos municipales de Bolduque y en los registros de la Cofradía de Nuestra Señora, a la que pertenecía. Su fecha de nacimiento se ha estimado en base a una copia de un autorretrato suyo que se conserva en la Biblioteca de Arras, que se cree que pintó en sus últimos años. Dado que el retrato original se realizó poco antes de su muerte en 1516, se deduce que nació alrededor del año 1450.

La familia de Bosch se asentó en Bolduque a finales del siglo XIV, y su apellido, Van Aken, indica que probablemente eran originarios de la ciudad alemana cercana de Aquisgrán. Es muy probable que Jeroen, que era hijo y nieto de pintores, recibiera su formación de su padre, Anthonius van Aken, quien murió alrededor de 1478 y parecía tener una posición económica cómoda, según los bienes registrados a su nombre. En 1474, Bosch aparece por primera vez en los registros municipales junto a tres de sus hermanos, y los archivos indican que se convirtió en maestro pintor seis años después. Un documento adicional muestra que para 1481 ya estaba casado con Aleyt van der Meervenne, hija de un próspero comerciante, con quien se cree que no tuvo hijos. Aleyt aportó una considerable dote al matrimonio, incluyendo la casa de la Cruz Roja, una de las más destacadas de la plaza del Mercado de Bolduque, que se representa en una interesante tabla anónima pintada alrededor de 1525.

Coronación de espinas, El Bosco, 1495. Galería Nacional, Londres,

Las pocas referencias documentales que se conservan del pintor resaltan su afiliación a la Cofradía de Nuestra Señora, una asociación religiosa compuesta por clérigos y laicos. Alrededor de 1486, el nombre de Hieronymus aparece por primera vez en la lista de miembros de esta cofradía, a la que permanecería estrechamente vinculado durante toda su vida. Esta cofradía era una de las muchas en Brabante que estaban influenciadas por la devoción moderna, un movimiento que criticaba la corrupción de la sociedad y promovía una práctica religiosa más personal y sencilla. Los miembros de la cofradía estaban llamados a llevar una vida ejemplar, dividida entre la oración y el estudio, y todo indica que Bosch era un cristiano ortodoxo dedicado a su orden. Realizó varias obras para la cofradía de forma desinteresada, algunas de las cuales estaban destinadas a la iglesia de San Juan en Bolduque. Además, actuó como un destacado patrón de miembros de la Iglesia y la nobleza, algunos de los cuales probablemente le encargaron El Jardín de las Delicias. Los expertos ven una fuerte influencia de la religiosidad del artista en su obra, cuyas perturbadoras criaturas y elementos simbólicos transmiten lecciones morales. Por otro lado, los violentos conflictos bélicos que tuvieron lugar en los Países Bajos en la segunda mitad del siglo XV también explican el ambiente amenazador de sus pinturas.

Durante la juventud de Bosch, los Países Bajos disfrutaron de un período de prosperidad bajo el liderazgo de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, quien decidió establecerse en las regiones del norte a partir de 1455. Sin embargo, la estabilidad de la región se vio amenazada por la inestabilidad política que surgió poco después, cuando Carlos el Temerario, sucesor de Felipe el Bueno, entró en conflicto con el rey de Francia. Esto provocó una serie de ataques y saqueos que culminaron con la muerte del duque en 1477, durante la batalla de Nancy. Uno de los eventos más violentos fue el saqueo de Gante en 1468, donde la población presenció numerosas ejecuciones públicas. Los expertos también han señalado el impacto que pudo haber tenido en el artista el gran incendio que devastó la ciudad de Bolduque en 1403, ya que el fuego y los braseros son una presencia constante en su obra.

Es conocido que Bosch fue un pintor muy apreciado y reconocido durante su vida. Su trabajo captó una atención significativa y no dejó a nadie indiferente. Aparece mencionado por la mayoría de los tratadistas de los siglos XVI y XVII, especialmente los españoles. Esto se debe a la fascinación obsesiva de Felipe II por la obra de Bosch, cuyas criaturas infernales de reminiscencias medievales se consideraron apropiadas para transmitir los valores de la Contrarreforma y la lucha contra el protestantismo en auge. Más de medio siglo después de la muerte del pintor, este fervor católico seguía buscando ansiosamente sus obras para comprarlas y reunirlas en El Escorial. Gracias a él, el Museo del Prado alberga hoy en día muchas de sus obras maestras.

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

Esta obra, creada alrededor del año 1500, es un tríptico que muestra el universo imaginativo del artista y el simbolismo que atribuye a todas sus formas. El panel de la izquierda representa el Paraíso, el central la Tierra y el de la derecha el Infierno. El panel central, que da nombre al tríptico, muestra un jardín lleno de figuras humanas de diversas etnias, así como formas vegetales y animales fantásticas. Se pueden distinguir tres secciones. La superior muestra arquitecturas inventadas y casi futuristas, mientras que en la intermedia encontramos un desfile de personajes entregados a la lujuria que giran alrededor de un estanque donde se bañan algunas mujeres. En la parte inferior, figuras de mayor tamaño representan la sexualidad desenfrenada a través de personajes desnudos y metáforas visuales con formas vegetales y frutas de connotaciones eróticas. Algunos estudiosos ven este panel como una representación del mundo si la humanidad no hubiera pecado. En el Paraíso, Dios presenta a Adán a su compañera, Eva, cuya creación el autor sitúa como el origen del pecado de la lujuria, que se desata en los dos paneles adyacentes. Esto se sugiere por dos figuras que, en la parte inferior del panel central, apuntan hacia los primeros humanos. En el Infierno, una multitud de criaturas monstruosas y efectos de luz crean una atmósfera de pesadilla.

El Jardín de las Delicias, El Bosco, 1500-1510. Museo del Prado (Madrid)

El Infierno está gobernado por la gigantesca figura de un hombre-árbol y otras formas extrañas, como ese horrible hombre ave, que crean un efecto de fascinación. A pesar de que algunos expertos han visto en el hombre árbol un autorretrato del Bosco, en realidad se trata de la imagen de Lucifer, que reina sobre este mundo tenebroso. La música domina el abismo infernal: en la parte baja del cuadro, los instrumentos se convierten en dispositivos de tortura. La lujuria no es el único vicio que se castiga: pecados como la codicia, la gula o la pereza también tienen su castigo.

Detalle. El Infierno.

El hombre árbol

Una rara figura de forma ovalada que se sostiene sobre dos troncos de árbol secos preside el Infierno. Su enorme cabeza está rematada por un disco donde unos seres monstruosos giran alrededor de una gaita descomunal. Dentro de su cuerpo se ve una escena de taberna en la que unos pecadores desnudos esperan a que los demonios les traigan ranas y animales repugnantes.


Las orejas

Estas orejas descomunales aparecen atravesadas por una flecha junto al gran filo de un cuchillo. Algunos especialistas piensan que es una alusión a la sordera ante la palabra divina, y otros lo entienden como un símbolo de la desdicha. Por su forma, también podemos inferir que es una insinuación velada.



LA NAVE DE LOS LOCOS

Hoy en el Museo del Louvre, en París, esta pintura muestra de forma grotesca y ridícula una asamblea de herejes: hombres bestializados con expresiones teatrales que evidencian su corrupción moral. El pintor expone aquí el pecado como un mal semejante a la locura que lleva al castigo y a la muerte. En esa nave de perdición, los pecadores comen, beben, juegan a las cartas y se entregan al placer de la carne, creando una metáfora sobre las costumbres de la sociedad de su época. Algunos de ellos son clérigos, para extender la crítica a los religiosos de vida licenciosa. Destaca el creciente lunar que ondea en el mástil de la embarcación y que podría entenderse como una equiparación de estos pecadores con los «infieles» musulmanes, algo habitual en tiempos de cruzadas y rivalidad ante los turcos.



Publicar un comentario

0 Comentarios