Hace tiempo hablábamos sobre una de las obras más conocidas de Giotto titulada "La resurrección de Lázaro", que puedes verla aquí.
Hoy nos centraremos en otra de sus composiciones titulada "Lamentación por Cristo muerto", un fresco realizado allá por 1304-1313 de 185 por 200 cm. de longitud y conservado en la Capilla de los Scrovegni, en Padua (Italia).
Uno de los aspectos más destacados de esta composición es la gesticulación y los gestos de incontenible dolor y pena de los personajes. Mantienen una actitud de auténtico horror ante la situación que están presenciando: el cadáver de Jesús, que yace en el suelo. Algunos son muy reconocibles, por ejemplo San Juan, en la parte izquierda del lienzo, se inclina hacia adelante y retrae sus brazos en señal de desesperación. Casi ninguno se muestra indiferente, de hecho hasta los mismos ángeles mantienen una actitud de lamento. Y es que efectivamente estamos ante una de esas obras que marcan un punto de inflexión en la historia del arte porque es una de las primeras veces que los personajes representados muestran sus sentimientos abiertamente, liberándose así de los formulismos de la tradición bizantina y medieval.
Por lo tanto, Giotto dota de humanidad y esto es algo que previamente nunca habíamos visto en otras composiciones similares. Con su arte, consiguió expresar emociones para captar la atención del espectador. Se pasa así de la imagen hecha para entender un suceso (propio del arte medieval) a la obra creada para despertar la emoción en el espectador.
La figura yacente de Cristo centra la atención del espectador a pesar de no estar situada en el centro de la composición y es sostenida de forma agónica por la Virgen María, que lo abraza de forma cariñosa, como si fuese un niño. El paisaje como tal no invita al optimismo, parece que estamos en una áriza zona escarpada donde una formación rocosa compone una diagonal creada posiblemente para acentuar la atención del espectador en la zona donde se desarrolla la escena.
Tan solo el árbol de la parte superior derecha de la obra muestra unas tímidas señales de esperanza y redención con esos pequeños brotes verdes de savia nueva que parecen nacer de sus ramas desnudas.
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